El Atlético Colmillos no empezó bien. El partido fue muy aguerrido, con pocas ocasiones de gol y muchas faltas (como la mayoría de los partidos mexicanos). Terminó 0-0 y llegamos a penaltis. Yo lancé el penalti decisivo, pues los de mi equipo pensaban que los españoles (por aquello de ser campeones del mundo) no fallábamos… pero no fue así, el portero detuvo el balón y el partido se acabó. Sin embargo, los mexicanos son muy amables (muy buena onda) y no se lo tomaron mal. Me llamó la atención las ganas que ponen en cada jugada, el ánimo que se dan unos a otros y la forma de llamar al árbitro: ¡profe! La charla del capitán en el descanso me puso los pelos como escarpias. Nos decía que éramos una familia, que juntos íbamos a sacar el partido adelante y que daríamos la vida por el compañero. Estos mexicanos son increíbles. Les dejo una foto de la plantilla al completo.
Al día siguiente tuve mi primera clase de Literatura mexicana, pues el profesor llevaba un par de semanas ausentándose. El motivo fue un solapamiento de horario con otra materia que impartía en la maestría (lo que equivale al máster europeo). La espera valió la pena, pues fueron dos horas tremendas. Hizo como una introducción de todo lo que íbamos a ver durante el semestre, contando muchísimas anécdotas de los conquistadores de América, leyendo algunos fragmentos de las principales obras y reflexionando (y haciéndonos reflexionar a nosotros también ─que es más difícil todavía─) sobre el valor de la educación y el ansia de conocimiento en nuestras vidas. Este aspecto se ha cumplido en todas las clases a las que he asistido, los profesores se muestran cercanos y humanos, dispuestos a ayudarte en cualquier cosa. También he notado que muchos de los mexicanos respetan a Octavio Paz (uno de los mejores escritores, ganador del Premio Nobel) pero no simpatizan mucho con él, es más algunos lo llaman inculto; por otro lado, aún no he conocido a nadie que critique a Juan Rulfo.
El viernes hacían una película en el cineclub de la Facultad de Filosofía y Letras, algo que por lo visto es habitual. Esta vez se trataba de un film sobre la conquista y Cabeza de Vaca; sin embargo, no pude asistir porque habíamos quedado para preparar el cumpleaños de una amiga española que íbamos a celebrar el domingo. Por la noche nos juntamos con unos mexicanos muy chidos en metro Copilco para ir a Plaza Garibaldi. Como era muy tarde y el último viaje sale a las 00:00 horas, no pudimos hacer trasbordo en la última línea de metro; así que paramos en Bellas Artes y caminamos hasta nuestro destino. Era la primera vez que iba al centro de Distrito Federal, y me impresionó el Palacio de Bellas Artes: un edificio inmenso, blanco e impoluto que se alza en medio de una enorme cuadra. En la parte de arriba una bóveda dorada cierra esta belleza arquitectónica. Mis amigos lo han visitado por dentro y dicen que la parte abierta al público no es muy grande, asimismo parece ser que hay pocas obras de arte expuestas, sin embargo yo quiero ir pronto, pues según los chilangos (natural del DF) el gobierno está pensando en cerrarlo o venderlo.
La Plaza Garibaldi no se queda atrás, es grandiosa, y está rodeada de antros (pubs) y zonas de ocio. El centro de la misma está plagada de mariachis que tocan asiduamente rancheritas (entre las más solicitadas se encuentra la de “Pero sigo siendo el rey”). Mi profesora de Filología Hispánica nos dijo que no hay mexicano que no acabe una fiesta cantando esta canción (todavía no he visto lo contrario). Lo bueno de esta plaza es que se puede beber sin problema de policías. Es algo semejante a los botellones que en las plazas y parques de España se organizan cada fin de semana. Además, está repleta de 24 horas que venden cerveza a 40 pesos (2,40 euros), precio que se mantiene siempre que retornes el envase de vidrio. Tristemente, es una zona en la que hay que llevar mucho cuidado, no es recomendable ir de noche solo a ningún sitio de México D.F. y mucho menos en el centro histórico. No te matan, pero hay muchos borrachos que se acercan a pedir dinero o alcohol; hay niños de no más de 14 años que esnifan disolvente continuamente y problemas con la policía. Esto se debe a la pobreza que existe en este descompensado país. Si te ven pintas de extranjero (lo que equivale a dinero) se acercan a intentar sacar lo máximo, ya sea un borracho, un mendigo o un policía. Los sueldos de estos últimos son muy bajos, y nos comentan algunos chilangos que se ven obligados a pagar sus gastos (gasolina, seguro del automóvil, uniforme, etc.), así que a la mínima se acerca con una multa que es fácilmente intercambiable por una “mordida” (soborno). Por suerte, nosotros fuimos acompañados por mexicanos de pura cepa y no tuvimos ningún problema. Estuvimos escuchando a los mariachis gran parte de la noche, sin pagar, pues si les pides una canción te pueden pedir bastante dinero; más tarde nos acercamos a un antro algo peculiar, había muchos homosexuales y transexuales, pero se estaba bien. Finalmente agarramos el metro y descansamos como lirones.
El sábado nos invitaron a una fiesta en Querétaro, una zona residencial muy tranquila, llena de bares de salsa con terrazas y buena música. Sin embargo, nosotros estábamos en la azotea de un edificio de 5 plantas, había buena temperatura y no llovía. La música que predomina en este país es la salsa, así que si hoy mismo he mandado un correo a un curso que se organiza en mi facultad. Cuando esta terminó fuimos a un after, pero había que pagar 50 pesos para media hora que quedaba hasta que cerraran, así que nos acercamos a una fiesta de disfraces que había muy cerca. La gente vestía como la gitana de El Jorobado de Notredame y era muy simpática. Casualmente no estaba muy lejos de CU (Ciudad Universitaria) por lo que el taxi de vuelta no nos salió muy caro.
Al día siguiente celebrábamos el cumpleaños de nuestra compatriota. Después de comer fuimos al Walmart a comprar los últimos detalles y enseguida nos pusimos a decorar el departamento donde se iba a llevar a cabo. Compramos unas banderitas mexicanas y unos globos. Además escribimos “Zorionak” (“Felicidades” en vasco) pues nuestra amiga es del norte de España. Hicimos un par de paellas (con carne y sin ella ─pues en México hay muchísimos vegetarianos─) y preparamos unos centros de fruta típica de acá (melones amarillos, papayas, mango, guayaba, etc.). Fue un estupendo primer cumpleaños en México.
El día siguiente fue lunes, y el estrés, las prisas, la comida rápida y la impuntualidad volvieron a hacerse patente. Sin embargo, es algo a lo que te acostumbras y que, muy curiosamente, como ya he comentado, parece adictivo. Sin embargo, un momento de relax, naturaleza, fauna y silencio no está nada mal; y todo eso es algo de lo que hemos podido disfrutar muy bien en la tarde de hoy martes. Hemos salido a correr unos españoles por la UNAM y el jardín botánico. No más de una hora, pero para ser la primera vez que hacemos esto a 2000 metros de altura no está nada mal. Parece increíble que en el DF pueda haber un lugar tan tranquilo como el jardín botánico. Cuando fui a visitarlo por primera vez hace un par de semanas ya pensé que sería una zona muy buena para correr y respirar aire “fresco” (dentro de lo fresco que puede ser el aire acá). Así que si nuestro ánimo se mantiene, este será un hábito que se repetirá cada semana.
Por último, quería destacar la importancia de hacerse con la revista “Tiempo libre”. Vale 9 pesos (54 céntimos) y sale cada semana. En ella aparece lo más destacable que ofrece está rica ciudad: museos, excursiones, visitas guiadas, teatro, cine, espectáculos varios, etc.