Felizmente hoy no he tenido que ir a inmigración, aunque me huelo que el lunes que viene me tocará hacerlo.
Estoy enamorado de México. La semana pasada fue increíble, no hubo un momento de descanso, pero valió la pena. El martes pasado comencé mis clases de salsa en el Auditorio Che Guevara, justo al lado de la Facultad de Filosofía y Letras. Fueron dos horas de un ritmo vertiginoso. Éramos unas quince personas, entre un número equilibrado de chicos y chicas, por lo que pudimos bailar todo el tiempo con distintas personas. Es salsa cubana en rueda de casino: cada cierto tiempo vas cambiando de pareja al ritmo que marca la música. Espero que estás clases me sirvan para acercarme al nivel de salsa que veo todos los fines de semana por la noche.
El día siguiente, tras empezar a hacer prácticas en Filología Hispánica, analizando palabras y comentando cambios de signo, regresé a la Cineteca. Quedaban dos días para que terminara el Festival de Cortos de México y quería aprovechar para volver a divertirme tanto o más como la vez pasada. Sin embargo, esta vez los cortos me sorprendieron más si cabía. Julián Hernández y Roberto Fiesco eran los directores de Vivir, Bramadero, Vago rumor de mares en zozobra, Atomósfera, David y Paloma (toda esta información la recuerdo gracias a la revista Tiempo Libre); cortos cuyo tema principal era el amor homosexual. Antes de que comenzara, un chico presentó el festival de aquella tarde y dijo algo que me no había escuchado nunca en un cine: “las imágenes que se proyectarán a continuación presentan un alto contenido sexual explícito”. Imaginé, comparando con el cine español, que aparecería alguna persona semidesnuda, pero para mi sorpresa (y la de muchas menos personas que imaginaba) el primer corto no mostró otra cosa que dos homosexuales haciendo el amor. El tercero también era muy parecido, aunque mucho menos explícito. El que más me gustó fue Atmósfera, un cortometraje donde se describía el exilio del campo a la ciudad en México, la ideología conservadora de la abuela contra de la liberal del nieto. Así pues, aquella noche volvía a acostarme sabiendo algo nuevo: México no tiene reparos en mostrar cualquier cosa al público.
Portada de La gaceta |
El jueves agarré La Gaceta, órgano informativo (gratuito) de la Universidad Nacional Autónoma de México. Este periódico semanal presenta toda la información relevante de esta maravillosa institución: noticias, museos, exposiciones, conferencias, cursos, seminarios, cartelera… Además, presenta un edición digitalizada en www.gaceta.unam.mx en la que un estudiante, trabajador o parado puede cerciorarse de la rica oferta cultural de esta “ciudad” que es la UNAM. Gracias a esto, planeé la salida al teatro del próximo domingo. Por la noche de este completo día, mi compañera de viaje y yo cenamos con un policía y su amigo, pues desde que nos enteramos de que íbamos a pasar 5 peses aquí, nos ayudó en todo lo que estuvo a su alcance y más: nos checó un hotel donde hospedarnos los primeros días, nos habló de las mejores zonas para rentar departamento, nos recogió en el aeropuerto a primera hora de la mañana, etc. De este modo, cocinamos una tortilla de patatas y una “paella” (aunque el azafrán, el agua y el arroz no es el mismo que en España). Pasamos un rato muy agradable, hablamos de las diferencias y escasas semejanzas entre España y México, de lo bueno y lo malo de cada zona y de lo afortunados que éramos de tener la oportunidad de estar allí un tiempo.
Cartel del Arena México |
El viernes hice el ya habitual examen de inglés y me fui rápidamente a mi departamento a prepararme para la lucha libre. Un amigo de Tijuana nos comentó que aquella tarde (y al parecer la mayoría de los fines de semana) había un espectáculo de “explosiva lucha de estrellas” (tal como decía el cartel anunciador). Fuimos unas dieciocho personas, y no tuvimos problemas para tomar, todos juntos, asiento en la parte más económica, ya que, tristemente, había unos dos tercios del enorme pabellón vacío. La entrada nos costó 35 pesos (2,10 euros), aunque por 120 pesos podías sentarte en primera fila, junto al ring. Lo pasamos genial, pudimos desquitarnos del estrés que conlleva el D.F. mientras gritábamos ¡culeeeeero! Como en cualquier acontecimiento deportivo o cultural, eran constantes los vendedores de cerveza, pizzas, papas, etc. Había muchos espectadores con las máscaras que vendían en los alrededores del Arena México, donde tenían lugar las luchas. Por 40 pesos (2,40 euros) pude hacerme con una. En televisión parece que es todo un montaje, que fingen pelearse y que todo es un mero tinglado ficcional; no obstante, en vivo uno se da cuenta de que hay contacto físico, de que uno no puede dejar de hacerse daño al caer de espaldas de una plataforma de dos metros… ─ aunque sí que es cierto que la exageración y la preparación en los movimientos es enorme─. Tras tres horas de continuas peleas masivas (en más de una ocasión conté más de 8 personas en el cuadrilátero), monos enanos que acompañaban a los protagonistas y “viejas glorias” de este deporte tan popular; tomamos uno de los últimos metros y nos fuimos a una fiesta de despedida de una amiga colombiana que ya terminaba sus estudios acá. En esta ocasión pudimos conocer las costumbres del país del café ─y esperamos poder presenciar in situ tales riquezas, ya que la UNAM sortea este miércoles, con motivo de la III Feria Educativa Estudia Sin Fronteras, un viaje para dos personas a Colombia─.
Lucha libre (fíjense en el mono enano azul de la derecha) |
El día siguiente volví a quedarme sin ir a un famoso mercado que instalan los sábados por las mañanas en el ingente Eje 10. Me desperté tarde y apenas pude escuchar cómo el Barça empataba en Anoeta mientras hablaba con mis padres por skype. Comí un plato de pasta con el que llevaba soñando toda la semana (pues de lunes a viernes suelo comer en la cafetería de mi facultad un menú muy equilibrado) y me bañé en la regadera para ir a una velada literaria. Mi compatriota filóloga tenía un amigo que participaba en un recital de poesía, así que fuimos todos a acompañarla. Resulta que hay un grupo poético llamado El pozo que organiza eventos gratuitos de este tipo, en un recinto al aire libre muy acogedor y cercano a la UNAM (dentro de lo cercano que puede haber algo en este país). De 20:00 a 20:30 había barra libre de tequila (El Alacrán), por lo que pudimos disfrutar de los genuinos versos, eróticos en su mayoría, que unos veinte jóvenes fueron recitando bajo la tutela de la presentadora del acto. Hubo momentos de emoción y, aunque precoces, verdaderas joyas literarias. Seguidamente un chico y una chica bailaron una danza muy sensual, al compás de unos ritmos sudamericanos muy expresivos; antes de que los veteranos de este grupo poético cerraran con sus líneas esta magnífica velada. También había un concierto de jazz, pero nosotros no pudimos disfrutarlo porque habíamos quedado para asistir a una fiesta en Copilco, muy cerca de nuestras casas. Como en México las juergas terminan muy pronto, no es cuestión de llegar más allá de las 00:30. Aquella tarde sentí las ganas de los chilangos por crear, y espero poder asistir alguna vez más a este rico rincón.
Sin embargo, esta vez el que acabó pronto fui yo, pues apenas estuve en la fiesta. El día siguiente había quedado a las 07:30 con mi casera (que vive bajo de mi departamento) para ir a ver al Dalai Lama al Estadio Azul (templo futbolístico del equipo Cruz Azul, una de las escuadras chilangas, junto a Pumas y América). No soy un acérrimo seguidor de la religión budista, pero quería aprovechar que coincidía con esta cercana y sencilla personalidad mundial. Me llevé una grata sorpresa: la gente de mí alrededor lloraba mientras aplaudía la llegada de este líder espiritual; una tibetana le dio la bienvenida con unas sintonías e instrumentos muy exóticos; el famoso actor Richard Gere (al parecer, habitual partícipe de estos actos) habló a modo de presentación, del 11-S y de cómo vivió el atentado contra las torres gemelas de New York, ya que ese día se cumplían 10 años; y el Dalai Lama llevó a cabo una conferencia magistral, cerca, amena y anecdótica titulada: Hallando la felicidad en tiempos difíciles. Con paso inestable se acercó al sillón que le habían colocado detrás del escenario para pedir que le ayudaran a acercarlo al límite, lo más cerca posible de las 30.000 personas que había allí presentes. Llevaba una gorra blanca (del equipo Cruz Azul), muy chistosa si la comparabas con el resto de su indumentaria: una túnica morada muy sencilla con el interior naranja. Hablaba en inglés, pero había un traductor que hacía que los pocos que no lo entendían pudieran disfrutar de sus valiosísimas palabras. Se nota que es un erudito, aunque él intente ocultarlo con su humanidad. Habló de los pasos a seguir para disfrutar de la vida felizmente e incluso del narcotráfico en México, pues al final, en el turno de preguntas, no podía faltar este tema. El Nobel de la Paz se despidió amablemente (de verdad que no imaginaba que alguien pudiera ser tan simpático, jovial y mostrar esa vitalidad y energía con 76 años) mientras los mariachis tocaban el clásico Cielito Lindo. Por la tarde asistí con mis amigos (gracias de nuevo a la revista Tiempo Libre) al Foro Contigo América, muy cerca del World Trade Center, para disfrutar de Fuenteovejuna de Lope de Vega. Los actores, todos ellos mexicanos, vestían como la España del Siglo de Oro, y dialogaban en verso; por lo que la simbiosis del español antiguo y del acento mexicano era muy chistosa. Al final cada uno de los no más de 60 espectadores cooperó voluntariamente, pues este espectáculo también era gratuito.
Dalai Lama en Estadio Azul |
Alegre o lamentablemente, México tiene un aeropuerto internacional en el centro de la ciudad, por lo que en cada uno de los actos de este fin de semana (lucha libre, velada literaria, visita del Dalai Lama) sonaban de forma estruendosa los motores de los aviones que constantemente aterrizaban y despegaban a pocos kilómetros. Salvo este detalle, disfruté sin peros de todo lo que ofrece esta ciudad de locos; hay tanto que ver, que ya empiezo a pensar que debería de durar más el semestre. Este jueves 15 es el día de la Independencia y posiblemente aprovechemos el puente (uno de los pocos) para viajar a Oaxaca y Puerto Escondido. Mañana vuelvo a tener clases de salsa, esta vez me acompañarán muchos amigos después del éxito de la primera, y el miércoles el Atlético Colmillos se juega el pase a la ronda final del torneo entre facultades.
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