Ya estamos en octubre. Cada vez están más cerca los exámenes finales, y las tareas nos ocupan las tardes; sin embargo, siempre hay tiempo para visitar la zona cultural de la UNAM, ver un buen partido de fútbol como es el derbi defeño por antonomasia, PUMAS-AMÉRICA, o pasar la tarde en el Bosque de Chapultepec.
La semana comenzó, como la mayoría de las veces, de forma inesperada: el grupo Calle 13 presentaba el martes a las 12:00 su nuevo videoclip en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales ─curiosamente la más lejana de Ciudad Universitaria─. Quedé a las 11:00 con mis amigos en metro CU para dirigirnos todos juntos a la facultad, pero cuando llegamos y nos formamos en la larguísima cola, nos advirtieron de que el cupo ya estaba lleno y que no podríamos hacer otra cosa que seguir la presentación por los monitores que había en el exterior. Como tenía clase de francés, me fui si poder verlos; no obstante, mis amigos tuvieron suerte y la organización, y Calle 13 cómo no, hicieron el acto hasta tres veces para que el “chingo” de gente que quedó sin poder entrar la primera vez tuviera la oportunidad de verlos en vivo. Según me contaron fue algo rápido, sin llegar a cantar, pero quedó patente el compromiso social y la lucha que estos artistas mantienen en todos los lugares a los que viajan. El nuevo videoclip se llama Latinoamérica, y en él se muestran las imágenes que caracterizan esta ingente, variopinta y rica tierra. El estribillo, en boca de mujeres típicamente latinoamericanas, dice así: “tú no puedes comprar el viento, tú no puedes comprar el sol…” haciendo referencia al gigante norteamericano (los tan comúnmente llamados “gringos” en esta zona) y a su injusto trato. Les dejo el enlace del video en “youtube”: http://www.youtube.com/watch?v=DkFJE8ZdeG8. De veras merece la pena.
Esa misma tarde, en la clase de salsa nos recordaron el “vacílate”, “mambo”, “dame”… y nos enseñaron los nuevos pasos: “dile que no” y “enchufa”. Además, la profesora nos advirtió que al final de semestre, poco antes de regresar para la península, tenía lugar una demostración de salsa abierta al público en el Auditorio Che Guevara, donde tomamos la clase. También está pendiente hacer una cena y, lo más importante, visitar un antro dónde bailar salsa, que al fin y al cabo es dónde se aprende. En estos lugares te quedas impresionado de la forma de bailar.
Revista Medievalia |
El día siguiente tuve el casting para la obra de teatro. Me presenté a la hora indicada en el sitio acordado con mi carnal y mi filóloga. En el pasto (césped) frente a la Biblioteca Central había un matrimonio joven con su chavita, vestida de los pumas (el equipo al que vería ganar el sábado de esa misma semana), gateando. Junto a ellos también había una chica, que veinte minutos más tarde sabría que iba a ser la actriz de la obra a la que formaría parte. Fueron muy simpáticos, me dijeron que no me iban a preguntar nada, que solo querían oírme, explicar quién era, por qué iba al casting y mi relación con el teatro. Dije todo lo que se me ocurrió y me dieron un ejemplar de la obra que dirigían. La obra trataba del aborto, y tenía como objetivo ser representada en los institutos y centros dónde los más jóvenes empiezan a relacionarse. Dudaron en darme el papel de un jorobado, el de un boxeador cubano y el de un mexicano que tiene un final trágico, es abortado. Así que tuve que representar los tres, en medio del campus universitario y escuchando las sin éxito disimuladas carcajadas de los que me acompañaban cada vez que intentaba imitar el acento cubano. Finalmente, me agradecieron presentarme, tomaron nota de mis datos personales y me dijeron que pensarían qué personaje encarnaría, pero que contaban conmigo. Me esperaban el sábado a las 15:00 para ver la representación e ir conociendo a los actores; sin embargo, el viernes, al conseguir boletos para el derbi, tuve que marcarlos y posponer la presentación para la próxima semana. Seguidamente fui al Instituto de Investigaciones Filológicas para conocer mi puesto en la revista Medievalia. Allí me atendió muy bien la doctora Marta Angélica, pero me dijo que hasta que no regresara la directora de la publicación, mi profesora de Filología Hispánica I, Concepción Company, no podría empezar. Sin embargo, me dio un ejemplar para que fuera conociéndola y me propuso tres secciones: intercambio (revisión por las bibliotecas de los materiales que nos pueden interesar), digitalización (escanear y pasar a ordenador los números nuevos y los anteriores) y edición (recibir los artículos, revisarlos y presentarlos a publicaciones). Elegí la última opción, y tras intercambiarnos los datos, acordé vernos hoy. Esta tarde fui tras hacer el examen parcial de las siete unidades hasta ahora vistas en inglés. Tardé cerca de una hora, pues el tráfico por Ciudad Universitaria es horrible. Afortunadamente los pumabuses, siempre gratuitos, te llevan, tarde o temprano, a tu destino. Como todavía no había regresado la doctora, me estuvo enseñando el objetivo de nuestro trabajo, la metodología y las normas. También conocí a Almas, mi compañera de clase, y ahora de trabajo.
El viernes empezaba el fin de semana, aunque en México no se pueda delimitar de forma tan tajante. Mi compañera de inglés, que nos iba a conseguir los boletos gratis, el pamplonica y yo, nos levantamos a las 05:00 para unirnos a la cola (dense cuentas la cantidad de veces que nos formamos para cualquier cosa). Darían 450 boletos, uno por becado por la UNAM. Normalmente dan dos, pero en este partido tan importante redujeron la oferta. Gracias a una considerable madrugada, la más temprana pro ahora, conseguimos un puesto en el Estadio Olímpico Universitario para el sábado a las 16:00. El Pumas casi siempre juega los domingos a las 12:00, pero, no sé porqué, esta vez cambiaron el horario, quizá para evitar mayores altercados.
Después de repasar y diferenciar, fonéticamente, las consonantes y vocales del latín, español medieval y español actual, comí en unas quesadillas de chicharrón mientras mi ropa giraba en una de las veintitantas máquinas de la lavandería. Aquella tarde, los mismos que organizaron la primera fiesta a la que asistimos, los de Relaciones Públicas de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, nos invitaron de nuevo; esta vez en un exconvento en San Ángel, a 10 minutos de Miguel Ángel Quevedo y Avenida Universidad, donde vivimos. La fiesta terminó a las 02:30, empezó a las 16:00. Así que descansamos pronto. El día siguiente nos esperaba la Rebel (hinchada de Pumas).
Boleto PUMAS-AMÉRICA |
Como el sábado anterior, fui al mercado del Pedregal de Santo Domingo, en Eje 10 (a 10 minutos en pesero desde metro Copilco). Esta vez, además de comprar carne, fruta y verdura (el pescado era demasiado caro), mi pinche y yo nos hicimos, por fin, con una playera del equipo universitario. Costaba 130, pero conseguimos negociar las dos por 240. Finalmente, el patrón nos devolvió 40 euros de más, por lo que nos salió por 100 pesos (6 euros) cada una. Obviamente no era la oficial, pero serviría para presenciar el partido que todos los universitarios estaban esperando. Comimos con la que nos consiguió los boletos, nos preparamos para el partido y agarramos un pesero. El tráfico era indescriptible, sin embargo: cláxones, semáforos en rojo, policías que cortaban el paso, vendedores de banderas de Pumas… Todo era un caos, quedaban 15 minutos para el partido y estábamos a 400 metros del estadio (a una hora en coche). Además, teníamos un problema añadido. La UNAM regala boletos para los partidos siempre y cuando no se revendan. Este acto está gravemente penalizado. Si localizan un boleto en la reventa de este tipo, reniegan la beca al portador del mismo. A mi amiga la llamaron el viernes por la tarde diciéndole que iban a acceder a su beca para quitársela. Al parecer el que cortaba los boletos dejó parte del de mi amiga en el de un desconocido. Este anónimo, que no lo era para la organización, lo había vendido y acusaban a mi compañera por ello. Tras arreglarse un poco las cosas, habíamos quedado a las 15:30 en la puerta 2 del campo de fútbol para que este, desde ahora sin beca, le devolviera la parte que faltaba. Resulta que todos los boletos en México responden a un mismo formato: un tríptico que los de seguridad van checando (comprobando) a medida que pasas los rigurosos controles. Como llegamos tarde, el chavo ya se fue y tuvimos que ingeniárnoslas para sortear el primero control, el que arrancaba el primer pliegue de la entrada. Tuvimos suerte. La aglomeración de gente nos permitió pasar sin problema. Nos sentamos tras la portería defendida por Picolín, el portero de nuestro equipo, y empezamos a gritar: “¡Gooooooya, Gooooooooya, cachún cachún, rá rá, Gooooooooooooya, Universidad!”. El partido fue muy disputado, al principio dominaba el América con buenos pases y triangulaciones, pero sin éxito a puerta. En el descanso un sinfín de patrocinadores y comerciales desfilaba por la pista de atletismo. Unos pequeños afortunados hicieron una yincana que terminaba con un penalti a Goyo (la mascota de la UNAM). Regalos de camisetas y balones cerraron esta fiesta, hasta nunca vista por mi parte en los campos españoles. Tras el descanso llegó el ansiado gol. Todo el mundo empezó a tirar la cerveza, a saltar, a gritar… no sé cómo no se cayó el estadio. Me llamó la atención que un espectador en la grada de nuestra afición llevaba un sombrero de América. Toda la grada se cebó contra él y la policía tuvo que llevárselo. Estos actos empañaban un diálogo entre la porra (seguidores) de América y Unam. Les dejo un video, también de youtube, en el que se describe este acontecimiento: http://www.youtube.com/watch?v=YYXiuBp_nJE
La Rebel de los Pumas UNAM |
Por la noche salimos a festejar la victoria por la Zona Rosa (la mayor zona gay de México). Esto no lo sabíamos, pues fuimos engañados por una mexicana que nos aseguraba una fiesta de música electrónica muy chido. El Jacalito, un antro donde todo puede pasar, fue nuestro último destino. A la mañana siguiente quería visitar por fin el Bosque de Chapultepec.
Aquí empezó todo |
Buscábamos una tarde tranquila, dar una vuelta entre aquellos miles de distintos árboles y comprar algunos recuerdos; pero nada fue así. Al entrar vimos un corrillo de gente, nos acercamos y distinguimos a un payaso haciendo un show de baile con chavitos. En qué mala hora se me ocurrió hacer una foto. El payaso nos vio y nos preguntó de dónde éramos. Como buenos españoles aceptamos su invitación a hacer el ridículo delante de los cientos de personas que allí había. Nos enseñó a bailar mexicanamente, mientras un chavito de no más de 12 años bailaba improvisadamente con mi amiga madrileña. No olvidaremos Chapultepec. Cuando terminó el show solo dispusimos de media hora para ver los puestos, los lagos y los verdes árboles. Resulta muy agradable encontrar espacios cómo este en el centro neurálgico de DF. Esperamos regresar otro día, esta vez, posiblemente, sin sorpresas.
Bosque de Chapultepec |
Mañana martes mi compañero de departamento Paul, el australiano, regresa a su país. Aunque solo hayamos compartido dos meses de techo, voy a echar de menos sus costumbres, pláticas y consejos. ¿Quién será el nuevo inquilino?
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