El día de muertos me fascinó. Viajar por pueblecitos purépechas (nombre de la lengua indígena que aquí se habla) tradicionales de todo el estado de Michoacán con una clase de arquitectura ─con las explicaciones de todos los monumentos que ello conlleva─, me ha hecho aprender muchísimo.
La semana comenzaba con una reunión para los alumnos de intercambio. El martes a las 14:00 horas nos esperaban unas carpas montadas por la Dirección General de Cooperación e Internacionalización (DGCI) frente a los frontones 4 y 5 de Ciudad Universitaria (frente a la Facultad de Contaduría y Administración). Fue una muy buena ocasión para platicar con gente de todas las partes del mundo, disfrutar de unos juegos y actividades típicas y comer unas tortas. Además, para sorpresa de todos, nos entregaron las esperadas (y por momentos utópicas) credenciales. El 25 de octubre éramos oficialmente estudiantes de la UNAM (el 26 de noviembre terminan las clases de reposición, para recuperar los días perdidos por puentes y demás), aunque todavía tenemos problemas para sacar libros de la Biblioteca.
Al día siguiente pasó algo que era normal: comí algo que no me sentó del todo bien. Así que, después de clase, me acerqué a Servicios Médicos de la UNAM (frente a la Facultad de Arquitectura). No estaba enfermo, pero quería estar bien para el examen que debía hacer ese mismo viernes ─digo “debía hacer” porque finalmente no lo hice─ y para el puente de muertos. Aquí me pusieron una inyección y me dieron cita para el día siguiente, donde el doctor me recetó Penamox (amoxicilina): tres cápsulas diarias durante ocho días. Me trataron muy bien, tenía cita a las 17:00 horas y debía ir media hora antes para medirme, pesarme (he adelgazado 8 kg.), tomarme la temperatura, la tensión, el pulso, etc. El doctor, muy puntual, me hizo pasar a su pequeño cubículo, donde me preguntó por todo lo que había comido hasta la fecha. Al parecer unos tacos en la calle fue la causa de que una bacteria se instalara en mi estómago. Con el medicamento no habría pedo (problema); a los dos días, tras comer arroz blanco y pechuga de pollo a la plancha, estaba perfectamente. Aunque no para hacer el examen. El jueves en la clase de Literatura Española Medieval intentaron darnos un aviso. No obstante, la profesora es muy estricta y no permite que entre alguien a mitad. Más tarde, en la Biblioteca Central, mientras preparaba el examen para el día siguiente, me di cuenta de lo que quería decirnos aquel chico: había muerto un estudiante de la Facultad de Filosofía y Letras e iban a llevar a cabo una marcha en su recuerdo. De este modo, a últimas horas del día, a través de las redes sociales corrió la noticia de que la facultad permanecería cerrada al día siguiente.
Inauguración de las ofrendas a Borges en la UNAM |
Disculpen la incoherencia en el texto, pero es la quinta vez que se apaga mi laptop (como llaman aquí al ordenador portátil) y debo escribir el texto una y otra vez, pues rara vez lo recupera íntegro o lo guardo con anticipación. Espero que aguante a España, pues quedarme aquí sin tal herramienta sería un problema.
Amanecer en Cuitzeo |
Desayuné jugo de zanahoria y naranja, y una torta “casera” de pechuga de pollo. Digo “casera” porque compré unas pechugas de la carnicería del mercado y un pan casero a una señora que las vendía en una cesta y el de la taquería me asó las primeras en la plancha donde cocinaba los huaraches (tacos enormes) que mis compañeros tomaron. No me atreví a comer a las 8:00 esa comida tan pesada por mi reciente mal de estómago. La hospitalidad de la gente me permitió cambiar el menú. Ya con fuerzas, pudimos disfrutar de la visita al convento de Yuririapúndaro y de Cuitzeo, dos ciudades muy cercanas a Morelia, donde nos alojaríamos las cuatro noches siguientes. Tras instalarnos en las cuádruples habitaciones del Hotel San Miguel *** (muy céntrico), comimos en la antigua Valladolid (hoy Morelia). Un caldo de pollo y unas corundas (comida típica de Michoacán, basada en masa de maíz, muy parecidas a los tamales) fue mi elección en los portales del centro histórico. Tras atardecer, el guía nos enseñó la bella ciudad de noche, con las numerosas catedrales (al igual que Puebla) iluminadas. Tristemente, según nos explicaban, el turismo había descendido muchísimo en Michoacán debido a la mala fama que las noticias le habían impuesto. Esto, sin embargo, nos permitió desplazarnos con mucha facilidad. Morelia está construida como una mesa, con descensos en los laterales para que corra el agua en la época de lluvias (que felizmente terminó este mes de octubre). Además del antiguo nombre (Valladolid), es un lugar muy parecido a España. Vasco de Quiroga, un clérigo gallego que llegó a México con los conquistadores (en el siglo XVI), llevó a cabo la financiación de conventos, hospitales, catedrales e iglesias por todo el estado. De ahí que en cada plaza se alce una estatua de este conocidísimo personaje.
Callejón del romance |
Acueducto y estatua emblemática de Morelia |
Maquinaria del Museo del dulce |
Sancho y Don Quijote en la Feria del Libro de Morelia |
Carnitas de puerco en Quiroga |
Mural de Juan O´Gorman en Biblioteca de Patzcuaro |
Una vez que llegamos al embarcadero de “Las Garzas” subimos los 45 alumnos en una sola lancha. No tuvimos que esperar, pues los visitantes habían descendido considerablemente respecto a años anteriores. Cruzando las marrones aguas, vimos a unos pescadores; uno por cada barquita desplegaba unas redes en forma de mariposa para hacerse con el marisco que una vez en la Isla de Jantizio comeríamos. De aperitivo nos sirvieron unos pescaditos fritos llamados charales; la sopa de camarón estaba muy rica, y la mojarra también, pese a tener muchas espinas. Con el último bocado, empezamos a ascender por las angostas callas adoquinadas de la isla, teníamos treinta minutos para llegar hasta el mirador. Allí me encontré con mis amigos de España, Holanda, Chile… Pese a gozar de muy poco tiempo, me latió mucho verlos por allí. Se me hacía extraño estar cinco días de viaje sin ellos, pues hasta entonces no nos habíamos separado. Aunque me perdí las aventuras y anécdotas que ocasiona rentar un auto y recorrer las superautopistas mexicanas, conocí a gente nueva y me sumergí por unos días en el mundo de la arquitectura. De vuelta al embarcadero, disfrutamos del atardecer. El frío se hacía notar, y por ello nos trasladamos a Tzintzuntzan. Aquí cenamos y recorrimos los dos panteones, el convento de Vasco de Quiroga ─con unos olivos que el mismo trajo de la península en el siglo XVI─ y finalizamos nuestra estancia allí en el yacimiento arqueológico de la parte más alta de la urbe, donde se veían las estrellas a las mil maravillas. Hablando de estrellas, mi nueva compañera de departamento es astrónoma y viene de Veracruz, aunque pasó una temporada estudiando en Granada. Esta convivencia, con continuos cambios, me está enriqueciendo mucho; se aprende mucho al compartir algo más que una plática con culturas y costumbres distintas.
Ofrenda a mis familiares |
A la mañana siguiente entregamos las llaves, recogí los 100 pesos de fianza del control de TV, y partimos hacia DF; no sin antes parar en Tlalpujahua, donde compré una caja de 12 esferas de Navidad por 45 pesos (menos de 3 euros). Esta empinada ciudad se caracteriza por el gran número de minas de oro y plata que posee, por lo que es especialista en la fabricación de tales adornos. Todos están hechos a mano y decorados de formas inimaginables.
Ya de regreso, tumbado en el pasillo de aquel autobús repleto de voluminosos souvenirs (estos mexicanos compran muchos recuerdos: serpientes de madera, cajas de mimbre del tamaño de una lavadora, sombreros mexicanos…), me di cuenta de que apenas me quedaba un mes en aquellas tierras. Me entristecí un poco. Esta está siendo la experiencia de m vida. No obstante, pensar en la cena de Nochebuena rodeado de mis familiares, y en la posterior salida con mis amigos de toda la vida por los bares de mi pueblo me alegró bastante.
Al regresar lavé la ropa, aunque mi maleta estaba casi vacía de tales harapos (cuando regrese a España dejaré toda la ropa a mi carnal y ocuparé la maleta con todo de lo que acá me estoy proveyendo). Cené salmón con patatas fritas, algo que se me antojó durante todo el viaje, mientras veía la clausura de los juegos panamericanos que se celebran en Guadalajara. México acabó cuarto, detrás de los todopoderosos Estados Unidos (más conocidos como gringos por estos barrios). Disfruté mucho durante aquel mes, pues varios canales retransmitían las 24 horas aquellas competiciones (algunas desconocidas por completo para mí).
El jueves no me costó demasiado volver a clase. Tenía ganas de reencontrarme con mis compañeros de salón y escuchar las pláticas de los doctores. Tampoco esta vez me tocó exponer el Libro de Alexandre. Los alumnos se toman las exposiciones tan en serio, que mientras se visten, decoran el aula y llevan a cabo la representación de su tema, se pasan las dos horas. Las clases de francés y de inglés ya están llegando a su fin, por lo que deberemos hacer una cena para despedirnos. Me encantan las cenas de clase, y echo mucho de menos las que hacíamos en Alicante; como aquel grupo de Filología no hay ninguno.
Mañana sábado he quedado con la profesora de Filología Hispánica I, pues es la directora de Medievalia y vamos a trabajar en ella.
Estoy enganchado al Pueblo Mexicano, sobre todo a la canción que cierra la serie. Les dejo un video para que la conozcan.
El próximo martes veré a Joaquín Sabina en el Auditorio Nacional, y el sábado siguiente haré lo propio con Fernando Delgadillo. Este domingo comienza la temporada taurina, y en el cartel aparece Enrique Ponce; solo asistiré de nuevo a la plaza más grande del mundo si viene José Tomás.
Los mexicanos (no todos, pero sí la mayoría) cierran sus frases (muchas de ellas anacolutos) con la muletilla “güey”; esto resulta muy curioso, pues parece que lo hagan a propósito. Por este motivo, quizá la librería Gandhi lanzó este comercial: “leer…, güey; enriquece…, güey; tu vocabulario, güey”.
Bonito Michoacann he! imaginate cuando conoscas Baja, la rumorosa, el valle de Mexicali, laguna seca, el valle de guadalupe, te vas a morir de encanto, saludos
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