domingo, 8 de noviembre de 2015

ilu(mina)ción

¿a quién le pertenecen esas lágrimas
con formas de luces que se encienden?
Carlos Ramírez Vuelvas, Los Contradioses (2015)

Los festejos a los muertos todavía iluminan el día a día en México. Por la noche las calles se vacían, pero el cempasúchil marca el camino. Los ánimos no descansan en la ciudad más grande del mundo (independientemente del número de habitantes). La intensidad con la que se vive aquí alcanza hasta las raíces, regadas por sangre, sudor y lágrimas.
            Mixquic es un pequeño pueblo al sur de Distrito Federal. Trasladarnos desde Copilco hasta la taquería que hay más cerca de su panteón, junto al río (en conexión con Xochimilco), nos lleva casi cuatro horas. Hablamos entonces de Woody Allen, quien parece que planea rodar su próxima película entre estas trajineras. Las quesadillas de huitlacoche y el pulque de cacahuate nos dan fuerzas para caminar entre cientos de mexicanos y muy pocos turistas. El ambiente es el de un día grande. Los muertos empiezan a llegar hasta las tumbas que, decoradas de mil formas, colores y olores, amparan las miradas perdidas de familiares y curiosos.
Con rumbo a Mixquic
Panteón de Mixquic
En México viven mucho el fútbol
Desde la iglesia de Mixquic (con el Popo nevado al fondo)
"Cógelo por los cuernos", dicen
A caballo entre DF y el Estado de México
Ofrenda a Rubén Bonifaz Nuño
(en su oficina de la UNAM)
            Regresar al DF es como tratar de hacer un puzle cuando es de noche y te faltan piezas. Pese al tiempo, los baches, los golpes con las barras de “seguridad”, el hambre y el peso, es un gusto apreciar esas luces que de gota en gota forman un mar de dudas. Tengo ganas de volar de la capital solo para ver la iluminación que mina la moral de las familias y aminora la velocidad de este pesero sin destino. La compañía y las sonrisas de los niños que han pasado el día con sus abuelos o/y (en el peor de los casos) con sus papás o hermanitos te hacen sentir el calor que dentro del Popo empieza a derretir la nieve de la cima.
            “Los muertos salen a Coyacán”. Vicente Quirarte y Bernardo Esquinca hablan de “Fantasmas, zombies y vampiros” en el Centro Cultural Elena Garro. Tanto ellos como el público creen en esta otra forma de vida. Necesitamos de la literatura y de lo fantástico para que esta realidad sepa. El chile está presente en muchos de los platillos mexicanos. “Quien se pica ajos come”, parece decir el hijo de Bram Stoker.
Centro Cultural Elena Garro, en Coyoacán
Bernardo Esquinca y Vicente Quirarte hablan de muertes y muertos
Gonzalo Celorio y Philippe Olé-Laprune en la Casa Refugio
            Gonzalo Celorio nos deleita en la Casa Refugio. Philippe Olé-Laprune organiza los “Jueves literarios. Por aquí han pasado Hugo Hiriart, Vivian Abenshushan, Fabienne Bradu, Eduardo Langagne, Daniela Tarazona y Vicente Quirarte, entre otros. Brendra Lozano concluirá este ciclo el próximo jueves a las 19:30. ¿Cuáles son los tres libros que te hubiera gustado escribir? Esa es la cuestión de estas pláticas donde, como siempre, el público enriquece las ya de por sí hondas reflexiones. Celorio hubiera querido escribir los dos últimos versos de “Amor constante más allá de la muerte” de Quevedo, el penúltimo de “Otro poema de los dones” de Borges (precisamente por eso, por no ser el último) y las enumeraciones de Luis Britto García.
            Otro de los descubrimientos literarios (y vitales) es Gabriela Turner Saad, quien participa en la 35º Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil. Impacta ver el Cenart lleno de niños y libros.
Calaverita de Karla Guadarrama
            Este fin de semana concluyó el 8º Encuentro Nacional de Poesía Max Rojas Ciudad de México en El Cerrojo, un espacio para tomar y tomArte, donde suena Lila Downs (foco y voz estos días). Roberto López Moreno, Fernando Salazar, Gustavo Alatorre, Hortensia Carrasco, Adriana Tafoya, Jorge Aguilera o Rafael Mondragón, entre otros, homenajearon, una vez más, los huesos y los poemas de Rojas, resonadores y (re)sanadores.
Inés Parra, María Eugenia Rodríguez Gaytan, Rafael Mondragón y Jorge Aguilera
homenajean a Max Rojas en El Cerrojo
Mercado de San Juan
            El Mercado de San Juan es un lugar que hay que visitar. Junto al Metro Salto del Agua, los laberintos de las frutas, carnes, pescados, bebidas y especias más peculiares se unen entre vidas y muertes. Como recuerda Juanjo Millás (escritor muy estimado en este país), es curioso cómo un mercado (y los de México ya impactaron a Neruda) puede ser un espacio para la alegría cuando está lleno de cadáveres.
            En cada rincón existe el contraste entre la luz y la sombra. Por eso hay que adaptarse al cambio y dejarse se llevar por los imprevistos y las sorpresas.
            Al salir del Metrobús vi a un hombre que vendía flores. A sus pies, un cartel dice “Roza: 10 pesos”. Entonces me doy cuenta de que hemos estado escribiendo y diciendo mal esta palabra. El contacto es la consecuencia de entregarla, sin espinas.

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