Biblioteca Palafoxiana |
Se podría decir
que Puebla es Palafoxiana, pues buena parte de lo que hoy encontramos en la
ciudad parte, como ya hemos dicho en entradas anteriores, del obispo Juan de
Palafox y Mendoza (1600-1659). Suyo es el nombre que recibe la primera biblioteca
pública de América, situada a un lado de la Catedral, en el primer piso de lo
que ya es Casa de la Cultura.
Como
las clases van llenándose con calma y aprenden todo enseguida, el martes
es un buen día para visitar la Biblioteca Palafoxiana. Además, es
gratis. El resto de días cuesta 40 pesos (ha subido la moneda mexicana este mes:
unos dos euros). Al entrar, te registras, como es habitual en muchos edificios
de aquí, de la zona. Te das cuenta de que viene gente de México, sobre todo,
pero también de Alemania y Estados Unidos. Ahora sí ves la maravilla que tienes
ante ti. Realmente merece estar en las seis o siete imágenes que se comparten
en Facebook con el gancho “Las mejores bibliotecas del mundo”. Esta tiene una
virtud, y es que abrió el conocimiento y liberó lecturas que no solo tenían que
ver con la teología. El mentado Palafox en 1656 donó 5000 volúmenes,
posteriormente se fueron incrementando con la sucesión de obispados y hoy reúne
más de 45 000 libros y múltiples reconocimientos. Si siguiéramos las reseñas en un tuit,
diríamos que huelen a remanso y a orden. Así es la traza urbana y también la
caligrafía de quien preside la sala. Tres pisos de distintas maderas
salvaguardan (como nos enseñaron en El Escorial) los libros en rejillas de
corral, para que el polvo salga y se mezcle mínimamente con la luz de las
ventanas y de la sala de investigación. Los lunes cierran por mantenimiento. El
brillante suelo, pese a todo, es de Cholula, con cerámica de España. Así se
circula alrededor de mesas, inventarios, biblias en varios idiomas y globos
terráqueos. Pero la Palafoxiana es mucho más.
Es
una manera de acercarse al conocimiento, de llegar a clase puntuales y atender
participar, discutir. Debido al numeroso grupo de estudiantes que hay a las 10
de la mañana, hemos hecho un desdoble, así trabajamos mejor la investigación
literaria: vamos pensando en la tesis que les permitirá licenciarse en tiempo y
forma. Y pronto. “La poesía digital en México: una mirada política”. El proyecto de poesía experimental
ya se asienta (para ello es imprescindible el Café Cultura) en unas líneas que se cruzarán con el Festival Kerouac de la próxima semana en México.
Jardín del Ajedrez, en el CCU BUAP |
Forma
parte de la BUAP y cumple diez años. Por Angelópolis se llega a un majestuoso y
moderno Complejo Cultural Universitario, con salas de cine, teatro, exposiciones, una cuidada librería, talleres de música o
danza y un enorme auditorio donde actuará Joan Manuel Serrat el 12 de febrero. Las
entradas están disponibles desde 440 pesos (poco más de veinte euros). Entre
otras actividades, destaca la que ofrece el grupo de teatro universitario
Compañía Titular de Teatro BUAP CCU: Antígona
mestiza. Habrá funciones los próximos tres martes, por 40 pesos (unos dos
euros), con descuento para estudiantes. Hay múltiples combis que te acercan al
centro, desde la misma puerta, presidida por una exposición de carteles sobre
el 68/18, cincuenta años de activismo estudiantil; algo que contrasta con la
selección de restaurantes. Allí, La ruta de los vinos, se especializa en gastronomía
francesa con precios excesivos.
Mercado Venustiano Carranza |
A
diferencia de otras universidades, donde el doctorado se basa en seminarios
sobre bases de datos, guías de publicación, índices de impacto, etc., en México son comunes y
obligatorias la asistencia y la participación en cursos especializados, por
ejemplo, de poesía hispanoamericana. Quizá el tema no tenga que ver
estrechamente con tu tesis, pero las problemáticas discutidas, el análisis de
textos y el trabajo en equipo te ofrecen perspectivas para la investigación que
de otra manera difícilmente puedes conseguir.
No
tener internet en el móvil (y seguir usando el celular de 2011) me permite
perderme por las calles. Ahí veo estampas de oficios que cuesta reconocer.
Pregunto por el destino que imaginé en Waze (se usa más que Google Maps) y llego
como antaño. En una de esas, frente a mi casa, en el Instituto de Cultura de
Av. Reforma, me encuentro a un invidente. Solo se ayuda de un bastón que va golpeando
las fachadas del siglo XIX. Gira la cara buscando el sol y, al rato, da con unos amigos. Sonríe y sigue.
Catedral de Puebla |
Al
parecer, los fines de semana, por la noche, suelen proyectar un reloj en la
fachada de la Catedral. Avisa de que va a empezar un juego de imágenes que
congrega a cientos de poblanas y poblanos junto a la cafetería italiana. Un
mago nos explica de qué se trata. Baraja las cartas y las luces se apagan a la
vez que varias tazas, en el interior del edificio, se estrellan contra el
suelo. Horas antes había hablado con mi madre. Ninguna de esas mágicas
aplicaciones pronosticaba lluvia en toda la quincena, pero ella me avisó de que
me iba a mojar. Así fue.
Se
pone bueno en el Beer pong, un bar enorme lleno de jóvenes que bailan todo y
cantan especialmente la banda. Rica cerveza artesanal: Cucapá, con más de quince años, desde Mexicali. Se ponen romanticones, dice el taxista, y ahí si
se pasan. El machismo y la caballerosidad son sinónimos. La cama tiembla, pero
no hay pedo; se debe al desvío de rutas en la 17 Sur. El reajuste urbano concentra
peseros que bien temprano arrancan los adoquines y hacen vibrar los cimientos.
Luego luego tambores… y hasta cornetas avisan de la jura de bandera. Es un
sentimiento contradictorio ese de los desfiles en las escuelas. La gente se
para. Se cuadra.
Estos
días Giuliana Calabrese y yo vamos cerrando una propuesta de trabajo sobre una
original película, Los Parecidos (2016),
que se enmarca en la lluviosa noche del 2 de octubre de 1968 y que apenas ha
recibido los comentarios y la crítica que sin duda requiere. Gracias a Carmen
Alemany y Cecilia Eudave dimos con ella, disponible en Netflix:
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