lunes, 26 de septiembre de 2011

26/09/2011 HONORIS CAUSA

Si la semana anterior fue puro turismo, fiesta, playa y kilómetros, esta fue tranquila, cultural, defectuosa… pero no por ello menos interesante.

El miércoles fue fatídico para el Atlético Colmillos. Después de un partido muy disputado, con algunas buenas ocasiones para ambos equipos, llegamos con empate a cero a los temibles penaltis. En la charla previa el capitán nos volvió a motivar arengándonos. Parece increíble la de cosas que te puede hacer sentir en un descanso. Esta vez nos mostró que se sentía orgulloso de haber jugado el campeonato junto a nosotros, que éramos buenos jugadores y mejores personas, y que la noche anterior al partido se había emocionado al ver cómo mediante este blog el nombre de Colmillos llegaba a España. Después de semejantes ánimos el desenlace no podía ser peor: volví a fallar mi lanzamiento y el capi erró el decisivo. Sin embargo, la sonrisa se dibujaba en cada uno de nuestros “colmillos” mientras nos despedíamos. Espero volver a jugar una pachanga con estos mexicanos.

Joan Manuel Serrat siendo investido Honoris Causa
Por la tarde hice mi tarea: descripción del cambio lingüístico de palabras (para Filología Hispánica I), lectura de Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Fray Bartolomé de las Casas (para Literatura Mexicana 3) y lectura de Los milagros de Nuestra señora de Gonzalo de Berceo (para Literatura Española I); y ya cuando iba a acostarme me comentó una muy buena amiga con la que voy a clases de inglés que a la mañana siguiente investían Honoris Causa a Joan Manuel Serrat, a Carlos Saura y a nueve personalidades más del mundo de la ciencia y el arte. Ella es becada por la UNAM, por lo que siempre la invitan a este tipo de eventos; por suerte podía llevar un acompañante. De este modo, a las 08:30 de la mañana siguiente nos recogieron tres autobuses desde Metro Ciudad Universitaria. Todo el mundo iba vestido de gala, ya que se trataba de una ceremonia presidida por el rector de la UNAM: D. José Narro Robles. Tardamos menos de lo que imaginaba en llegar al Palacio de Minería (en el centro histórico de Distrito Federal), aunque el tráfico era denso (como la mayoría de los días). Debo hacer un inciso aquí, pues el día que rentamos los autos (automáticos todos ellos, pues la mayoría de los coches mexicanos, por influencia gringa estadounidense tienen el cambio de marchas automático), me cercioré (viendo la documentación de la guantera) de que, en este país, los automóviles que tienen más de (creo que eran) 3 años, están obligados a guardar un día a la semana sin ser utilizados, ya que el tráfico y la contaminación así lo requieren. A las 11:00 horas el coro de la UNAM cantaba el himno de la institución a modo de presentación. Los ya investidos honoris causa en años anteriores fueron pasando vestidos con toga y birrete de terciopelo de distintos colores (supongo que acordes a la rama a la que rinden honor). Más de 50 (algunos de ellos muy viejitos) se sentaron a la izquierda del escenario que se alzaba en el centro del patio del palacio, bajo el improvisado toldo que frenaba los fuertes rayos del sol. Acto seguido empezaron a desfilar los once protagonistas, todavía con una sencilla túnica negra: la escritora Margo Glantz, el sociólogo y ex rector de la UNAM Pablo González Casanova, la geógrafa María Teresa Gutiérrez Vázquez de MacGregor, el arquitecto Ricardo Legorreta, el astrónomo Manuel Peimbert Sierra, el neurocientífico Pablo Rudomín Zevnovaty, el cineasta Carlos Saura, el cantautor Joan Manuel Serrat, el político y diplomático Fernando Solana Morales, la historiadora de arte Elisa Vargaslugo Rangel y la científica Mayana Zatz. Los estudiantes de la UNAM que fuimos invitados nos sentábamos en la parte trasera; sin embargo, veíamos muy de cerca todo, ya que en el patio no había espacio para más de 800 sillas. Entre los que estaban delante, todos ellos impolutos, mi amiga distinguió a Tania Libertad, una cantante mexicana. Fue un acto muy ameno, de no más de dos horas, en el que a mí pesar ni Joan Manuel Serrat ni Carlos Saura tomaron la palabra. El rector presentaba a cada uno de ellos mientras se proyectaba un video con los logros y méritos de estas personalidades. Mayana Zatz (brasileña), una de las tres personas extranjeras (junto a Serrat y Saura), presentó la ceremonia; mientras que Margo Glantz (de la que me haría seguidor al día siguiente) cerró el acto. Así pues, si algo me faltó en esta mañana sin clases (pues la ocasión lo merecía) fue escuchar al maestro Serrat.

Max Rojas junto a los acompañantes
A la salida, el autobús nos esperaba para regresarnos a la universidad. Esta vez el tráfico era mayor si cabe, por lo que tardamos casi dos horas. Comí con mi amiga y por la tarde, a las 18:00 Max Rojas (escritor mexicano muy famoso) presentaba su libro El turno del Aullante. Una de mis amigas madrileñas, la que estudia también Letras Hispánicas, me comentó que su profesor (muy joven por cierto) dirigía una conferencia en el Salón de Actos de la Facultad de Filosofía y Letras. Después de más de media hora esperando mientras nos invitaban a un café, llegó el delgado y ya caduco Max Rojas. Vestía un jersey blanco beige muy fino y unos pantalones de parecido color, por lo que sus huesudos hombros se marcaban cada vez que caminaba. Pidió disculpas por su tardanza, al parecer el taxista no sabía cuál era su destino (algo que no me extraña, pues muchos saben muy poco de esta ciudad). Enseguida nos habló de su nuevo libro, de cómo y porqué lo había publicado, y de lo que sentía un poeta en México. A continuación, siempre con el libro pegado a su rostro, pues la ceguera ya era acusada, leyó una serie de poemas, todos ellos directos, diáfanos, libres y con toques románticos. Al final mi amiga adquirió por 100 pesos (6 euros) el libro que presentaba, y yo por 60 pesos (3,60 euros) compré Memoria de los Cuerpos de 2008. Platicamos con el escritor mientras nos dedicaba los ejemplares, y uno de los jóvenes poetas que también participó en la conferencia nos invitó a participar en un certamen poético online. En esta universidad hay muchísimos eventos a través de internet, en algunos de ellos puedes incluso ganar bastante dinero si tus publicaciones resultan ganadoras. Aquella noche me dormí leyendo los versos de este desconocido hasta entonces poeta, aquí van algunos: 

Como ceniza o próxima fabricación de espejos
o bebidas alcohólicas,
como extinción del fuego con agua de hojarasca,
como particular intento de atrapar las invioladas
regiones del olvido,
                             Cuerpos,
deshabiten su cuerpo y lleguen
hasta la vaciedad en que lo vasto
                                                    se difumina y hunde.
Poema IV, Memoria de los Cuerpos


Margo Glantz, en el centro
Al día siguiente, al final de la clase de Filología Hispánica I, la profesora nos comentó que necesitaba a un par de personas para colaborar en una la Facultad con una serie de trabajos, como una especie de becario (pero sin cobrar nada) de una revista. Yo me ofrecí, y el miércoles que viene me explicará con más detalle qué voy a hacer. Me dijo que no había problema en que el 20 de diciembre regresara a España, y que aprendería mucho en ese poco tiempo. Después tenía clase de Francés, pero a través de la Gaceta, ya mencionada en otras anteriores entradas de este blog, me enteré de que Margo Glantz, la escritora que había pronunciado el discurso de despedida en la ceremonia del día anterior, daba una charla a las 12:00 en el Aula Magna de la Facultad titulada “La tierra ajena: Viajes por la India”. Esta conferencia, repleta de gente y medios de comunicación (al igual que en la investidura), me ayudará en este blog; ya que la mexicana, sencilla y simpática, habló de su futura novela, donde cuenta sus andanzas por la India: sus peculiaridades, sorpresas, recovecos, gentes, costumbres, etc. La manera de describir cómo viven esta desconocida sociedad era amena, enriquecedora y minimalista. Me quedé con sus últimas palabras, que despertaron las carcajadas (aunque alguna frunció el ceño) de la mayor parte de los presentes: «Las leyes en la India son muy estrictas: matar a un pavo real son tres años de cárcel, matar a una vaca seis, matar a un hombre 500.000 rupias de multa… y matar a una mujer no tiene precio».

A las 13:00 horas acabó la charla. Comí en la cafetería de la facultad por 20 pesos (1,20 euros) el menú económico del día: arroz a la mexicana, sincronizadas (tortas de jamón y queso Oaxaca fundido), ensalada, agua de sabor y pan. A las 16:30 después de hacer el examen semanal de inglés, Carlos Saura hablaba en el Auditorio del MUAC (Museo Universitario de Arte Contemporáneo): “Presentación de la película La caza (1966) y diálogo en el marco de la Cátedra Extraordinaria Ingmar Bergman”. Tuve que agarrar dos pumabuses, por lo que cuando llegué, pasadas ya las 17:00 horas, la sala estaba llena. Vi la película en la cafetería del exterior, como otras tantas personas, y enseguida regresé a casa. Habíamos quedado para ir a una fiesta cerca de Miguel Ángel Quevedo (a dos cuadras de mi casa).

A la mañana siguiente me dio tiempo a lavar la ropa, comer mientras veía el Barçá-Atlético en TDN en vivo, el canal que retransmite los partidos en abierto de la Liga Española, y a ir a un mercado en el Eje 10, junto a la casa de mis amigos de Pamplona. Ya llevaba un par de semanas queriendo acercarme, pues comprar en el Walmart se hace caro en comparación con lo barato que es México. Más de 4 cuadras de puestos de carne, pescado, verdura, ropa, películas piratas… recogían sus enseres, eran las 17:00 y el sol comenzaba a descender. Tuve el tiempo justo para comprar unos 300 gramos de pulpo fresco por 35 pesos (2,10 euros), ternera (a poco más de 5 euros el kilo), manila (muy parecido al mango), y un sinfín de verduras y frutas. Poco a poco voy descubriendo la gran variedad de alimentos que puedes disfrutar en México. Las frutas son lo que más me llama la atención: tamarindo (especie de boniato muy dulce), guayaba (como albaricoques ácidos y amarillos), tuna (fruto del cactus, como pera con muchísimas pepitas, al igual que la guayaba), y papaya (melón alargado naranja, parecido a la calabaza). El chile (tajín) sirve de aderezo para todas las frutas, sobre todo las más acuosas, y parece mentira que te puedas acostumbrar, y lo que es peor, echar de menos, algo de picante en tales manjares.

Por la tarde-noche hicimos en casa de las madrileñas una paella y unas tortillas de patatas para agradecer a nuestra amiga oaxaqueña su hospitalidad la semana anterior. La comida no fue lo mejor, pues la sangría y las chelas nos distrajeron un poco en su cocina. Sin embargo, lo pasamos muy bien recordando las anécdotas pasadas. El tiempo aquí pasa muy deprisa, parece mentira que ya llevemos casi dos meses; ahora mismo el ecuador de mi estancia aquí.

A puerta gayola, uno de los mejores pases

El domingo pudimos levantarnos a tiempo para ir a la Monumental, la Plaza de Toros más grande del mundo (con capacidad para 50.000 personas). Habíamos quedado con un compañero de clase mexicano de mi amiga valenciana. Allí nos reunimos unas 7-8 personas con ganas de disfrutar de esta tradición española en México. No había mucha gente, pues se trataba de una novillada. Por 60 pesos (3,60 euros), el boleto más barato, nos sentamos en la novena fila, aprovechando los asientos vacíos. Hubo revolcones, caída del caballo picador, y algún contratiempo, pero sin heridos graves. Me llamó mucho la atención el fervor del escaso público, que no paraba de gritar (muchas veces con excesiva violencia) los errores de los toreros. No paraban de vender chela, obleas, pizzas e incluso tortilla española, aunque no tenía la misma pinta que en la península. El sol y los asiduos aviones brillaban en lo alto de una plaza majestuosa, sobrecogedora y ya impresionante semivacía. A la salida, al igual que a la entrada, numerosos puestos de comida llamaban nuestro apetito, entre ellos, uno que ofrecía la carne de los toros de la tarde, y otro que presentaba gusanos de maguey, bichos marrones oscuros que servían de acompañante para las típicas tortitas.

El domingo suelo cenar mientras veo en televisión “Playas de América” un reportaje (estilo Callejeros) por la costa de este continente. Si no es así, El Chavo del Ocho (que protagonizaba las tardes de verano en España durante mi niñez) y el Chapulín Colorado (que desconocía) son mis preferidos.

El miércoles a las 14:30 tengo un casting para una obra de teatro, mi carnal pamplonica me acompañará para hacernos hueco en el México profundo. ¿Qué nos deparará este país? Seguro que algo inesperado.

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