martes, 30 de agosto de 2011

30/08/2011 GARIBALDI

El Atlético Colmillos no empezó bien. El partido fue muy aguerrido, con pocas ocasiones de gol y muchas faltas (como la mayoría de los partidos mexicanos). Terminó 0-0 y llegamos a penaltis. Yo lancé el penalti decisivo, pues los de mi equipo pensaban que los españoles (por aquello de ser campeones del mundo) no fallábamos… pero no fue así, el portero detuvo el balón y el partido se acabó. Sin embargo, los mexicanos son muy amables (muy buena onda) y no se lo tomaron mal. Me llamó la atención las ganas que ponen en cada jugada, el ánimo que se dan unos a otros y la forma de llamar al árbitro: ¡profe! La charla del capitán en el descanso me puso los pelos como escarpias. Nos decía que éramos una familia, que juntos íbamos a sacar el partido adelante y que daríamos la vida por el compañero. Estos mexicanos son increíbles. Les dejo una foto de la plantilla al completo.

Al día siguiente tuve mi primera clase de Literatura mexicana, pues el profesor llevaba un par de semanas ausentándose. El motivo fue un solapamiento de horario con otra materia que impartía en la maestría (lo que equivale al máster europeo). La espera valió la pena, pues fueron dos horas tremendas. Hizo como una introducción de todo lo que íbamos a ver durante el semestre, contando muchísimas anécdotas de los conquistadores de América, leyendo algunos fragmentos de las principales obras y reflexionando (y haciéndonos reflexionar a nosotros también que es más difícil todavía) sobre el valor de la educación y el ansia de conocimiento en nuestras vidas. Este aspecto se ha cumplido en todas las clases a las que he asistido, los profesores se muestran cercanos y humanos, dispuestos a ayudarte en cualquier cosa. También he notado que muchos de los mexicanos respetan a Octavio Paz (uno de los mejores escritores, ganador del Premio Nobel) pero no simpatizan mucho con él, es más algunos lo llaman inculto; por otro lado, aún no he conocido a nadie que critique a Juan Rulfo.

El viernes hacían una película en el cineclub de la Facultad de Filosofía y Letras, algo que por lo visto es habitual. Esta vez se trataba de un film sobre la conquista y Cabeza de Vaca; sin embargo, no pude asistir porque habíamos quedado para preparar el cumpleaños de una amiga española que íbamos a celebrar el domingo. Por la noche nos juntamos con unos mexicanos muy chidos en metro Copilco para ir a Plaza Garibaldi. Como era muy tarde y el último viaje sale a las 00:00 horas, no pudimos hacer trasbordo en la última línea de metro; así que paramos en Bellas Artes y caminamos hasta nuestro destino. Era la primera vez que iba al centro de Distrito Federal, y me impresionó el Palacio de Bellas Artes: un edificio inmenso, blanco e impoluto que se alza en medio de una enorme cuadra. En la parte de arriba una bóveda dorada cierra esta belleza arquitectónica. Mis amigos lo han visitado por dentro y dicen que la parte abierta al público no es muy grande, asimismo parece ser que hay pocas obras de arte expuestas, sin embargo yo quiero ir pronto, pues según los chilangos (natural del DF) el gobierno está pensando en cerrarlo o venderlo.

La Plaza Garibaldi no se queda atrás, es grandiosa, y está rodeada de antros (pubs) y zonas de ocio. El centro de la misma está plagada de mariachis que tocan asiduamente rancheritas (entre las más solicitadas se encuentra la de “Pero sigo siendo el rey”). Mi profesora de Filología Hispánica nos dijo que no hay mexicano que no acabe una fiesta cantando esta canción (todavía no he visto lo contrario). Lo bueno de esta plaza es que se puede beber sin problema de policías. Es algo semejante a los botellones que en las plazas y parques de España se organizan cada fin de semana. Además, está repleta de 24 horas que venden cerveza a 40 pesos (2,40 euros), precio que se mantiene siempre que retornes el envase de vidrio. Tristemente, es una zona en la que hay que llevar mucho cuidado, no es recomendable ir de noche solo a ningún sitio de México D.F. y mucho menos en el centro histórico. No te matan, pero hay muchos borrachos que se acercan a pedir dinero o alcohol; hay niños de no más de 14 años que esnifan disolvente continuamente y problemas con la policía. Esto se debe a la pobreza que existe en este descompensado país. Si te ven pintas de extranjero (lo que equivale a dinero) se acercan a intentar sacar lo máximo, ya sea un borracho, un mendigo o un policía. Los sueldos de estos últimos son muy bajos, y nos comentan algunos chilangos que se ven obligados a pagar sus gastos (gasolina, seguro del automóvil, uniforme, etc.), así que a la mínima se acerca con una multa que es fácilmente intercambiable por una “mordida” (soborno). Por suerte, nosotros fuimos acompañados por mexicanos de pura cepa y no tuvimos ningún problema. Estuvimos escuchando a los mariachis gran parte de la noche, sin pagar, pues si les pides una canción te pueden pedir bastante dinero; más tarde nos acercamos a un antro algo peculiar, había muchos homosexuales y transexuales, pero se estaba bien. Finalmente agarramos el metro y descansamos como lirones.

El sábado nos invitaron a una fiesta en Querétaro, una zona residencial muy tranquila, llena de bares de salsa con terrazas y buena música. Sin embargo, nosotros estábamos en la azotea de un edificio de 5 plantas, había buena temperatura y no llovía. La música que predomina en este país es la salsa, así que si hoy mismo he mandado un correo a un curso que se organiza en mi facultad. Cuando esta terminó fuimos a un after, pero había que pagar 50 pesos para media hora que quedaba hasta que cerraran, así que nos acercamos a una fiesta de disfraces que había muy cerca. La gente vestía como la gitana de El Jorobado de Notredame y era muy simpática. Casualmente no estaba muy lejos de CU (Ciudad Universitaria) por lo que el taxi de vuelta no nos salió muy caro.

Al día siguiente celebrábamos el cumpleaños de nuestra compatriota. Después de comer fuimos al Walmart a comprar los últimos detalles y enseguida nos pusimos a decorar el departamento donde se iba a llevar a cabo. Compramos unas banderitas mexicanas y unos globos. Además escribimos “Zorionak” (“Felicidades” en vasco) pues nuestra amiga es del norte de España. Hicimos un par de paellas (con carne y sin ella pues en México hay muchísimos vegetarianos) y preparamos unos centros de fruta típica de acá (melones amarillos, papayas, mango, guayaba, etc.). Fue un estupendo primer cumpleaños en México.

El día siguiente fue lunes, y el estrés, las prisas, la comida rápida y la impuntualidad volvieron a hacerse patente. Sin embargo, es algo a lo que te acostumbras y que, muy curiosamente, como ya he comentado, parece adictivo. Sin embargo, un momento de relax, naturaleza, fauna y silencio no está nada mal; y todo eso es algo de lo que hemos podido disfrutar muy bien en la tarde de hoy martes. Hemos salido a correr unos españoles por la UNAM y el jardín botánico. No más de una hora, pero para ser la primera vez que hacemos esto a 2000 metros de altura no está nada mal. Parece increíble que en el DF pueda haber un lugar tan tranquilo como el jardín botánico. Cuando fui a visitarlo por primera vez hace un par de semanas ya pensé que sería una zona muy buena para correr y respirar aire “fresco” (dentro de lo fresco que puede ser el aire acá). Así que si nuestro ánimo se mantiene, este será un hábito que se repetirá cada semana.

Por último, quería destacar la importancia de hacerse con la revista “Tiempo libre”. Vale 9 pesos (54 céntimos) y sale cada semana. En ella aparece lo más destacable que ofrece está rica ciudad: museos, excursiones, visitas guiadas, teatro, cine, espectáculos varios, etc.

martes, 23 de agosto de 2011

23/08/2011 XOCHIMILCO

Sigue costándome mucho trabajo encontrar tiempo para escribir. Antes de llegar pensaba que iba a tener muchísimo tiempo libre, que iba a pasar tardes aburrido sin saber qué hacer… pero, ni hablar, en este país, y con la gente tan viva que hemos conocido, es imposible.

Hoy es martes, y debo remontarme al miércoles pasado para recordar uno de los momentos que más esperaba: presenciar un partido de los PUMAS (vigente campeón de la primera división de la liga mexicana) en el estadio del Mundial de México 68. Una compañera de clase de francés tenía una entrada de sobra, y me invitó a acompañarla. El encuentro enfrentaba a los universitarios contra Dulles, de Estados Unidos, pues se trataba de un torneo internacional (algo parecido a la conocida Champions League europea). El resultado fue de 0-1 a favor de los visitantes, pero lo pasé en grande. Pese a no haber demasiado público, pues estaba lloviendo (como suele ser normal acá), los espectadores no paraban de cantar la mítica goya (canto de ánimo de los aficionados mexicanos a los PUMAS UNAM): “gooooya, goooooya, cachún cachún r ara, cachún cachún ra ra, gooooooya, UNIVERSIDAD!!!!”.

El jueves íbamos a hacer un tour por las cantinas de cerveza del centro histórico. Valía 200 pesos (12 euros), pero no incluía comida ni bebida, solo la visita a los salones de las principales marcas cerveceras de la nación. Decidimos no ir; sin embargo, una amiga sí que lo hizo y más tarde nos felicitó por tal elección, pues parece ser que no fue gran cosa.

Al día siguiente, después de terminar las clases de Francés e Inglés con las que tanto estoy aprendiendo, salimos de fiesta por Condesa, una de las zonas más residenciales de Distrito Federal. Distintos bares ocupaban cada una de las aceras de la calzada, música electrónica, mexicana e incluso española sonaba hasta las 5 de la mañana; algo que me sorprendió, pues hasta entonces las noches no sobrepasaban las 2. La mayoría de los antros (como aquí llaman a los pubs o garitos) pedían una entrada de 150 pesos (9 euros) pero había algunos gratis. Aunque estos últimos eran los que más llenos de gente estaban, decidimos (como estudiantes que somos) entrar en uno llamado Pata Negra. Ya dentro, las chelas (cervezas de 33 cl.) costaban 40 pesos (2,40 euros) y los cubatas de tequila, por ejemplo, 75 pesos (4,5 euros). Como veis, salir de fiesta y tomar en los antros es algo caro, pues estos precios son típicos de Europa.

Después de pasarlo bastante bien, aunque las fiestas privadas, en mi opinión, son mucho más divertidas, sin tanta aglomeración de gente y mucho más acogedoras, descansamos hasta la hora de comer. Era sábado y habíamos decidido ir a Xochimilco, un río muy cerca del DF en el que multitud de mexicanos y extranjeros se acercan a pasear en barca por él. Agarramos un tren ligero desde Tasqueña a Xochimilco por 3,5 pesos (21 céntimos) y en 20 minutos estábamos platicando con el que remaba las barcazas para regatear los 400 pesos que nos pedía por 2 horas de paseo. Finalmente el precio no se movió, éramos 12 y no nos salió muy caro. Las barcas son de 15 personas y tienen techumbre, por lo que no nos mojamos cuando a mitad del trayecto empezó a llover fuertemente. El paisaje que rodea las riberas es muy frondoso, lleno de distintos tipos de árboles y plantas, con una combinación de verdes espectacular, más aún cuando atardece y la lluvia cae sobre sus hojas. Al ser la primera vez que íbamos a Xochimilco, no traíamos bebida ni comida; algo de lo que nos arrepentimos al ver a otras barcas con familias que disfrutaban gustosamente de picnics y meriendas. No obstante, hay numerosas barcas con una improvisada cocina que preparan quesadillas, tacos, tortitas y nachos; además, la chela es barata, y por 20 pesos puedes refrescarte del bochorno que se respira. Me llamó la atención la “mixelada” una especie de cerveza negra con chile en el borde del vaso. Al principio resulta algo picante, pero enseguida te acostumbras.



El sábado por la noche un compañero de clase de un compatriota nos invitó a una fiesta privada en San Ángel, a 20 minutos de la UNAM. Llegamos después de cenar, pues teníamos que descansar de la visita a Xochimilco. No había demasiada gente, pero lo pasamos en grande. La casa era cómoda y espaciosa, y el ambiente era muy divertido.

El último día de la semana lo pasamos durmiendo hasta las 18:00 horas, pues teníamos unas cortesías (invitaciones) para asistir a la Orquesta Filarmónica de la UNAM en la Sala Nezahualcóyotl, una de las más prestigiosas y con mejor sonoridad del mundo. El espectáculo fue memorable, no quedaba un sitio libre, y no se hizo nada pesado, pese al completo fin de semana que acabábamos de pasar. La orquesta era muy profesional, todos tocaban incomprensiblemente a la vez, y hasta hubo lugar para marchas modernas como las bandas sonoras de Harry Potter, El señor de los anillos y Star Wars. Duró una hora y media y contaba con un intermedio. En aquellas butacas aterciopeladas eché de menos a los vendedores ambulantes que abarrotan cada recoveco del DF.

La semana empezó como siempre, con un lunes difícil por cambiar el chip del fin de semana. Las clases de la UNAM son muy enriquecedoras. Los profesores no se preocupan solo de enseñar sus materias, sino que buscan que aprendamos a valorar las cosas, a luchar por el conocimiento y a convivir con las ricas culturas que nos rodean. Parece que ya me voy acostumbrando al vertiginoso ritmo de los pasillos, los transportes públicos, etc.; es más, creo que esto debe ser adictivo, pues ya no me imagino en mi tranquilo pueblo.

Me cuesta escuchar el partido de las 12 (ese programa nocturno de deportes que hacen la cadena COPE), pues los truenos resuenan por todo el departamento. Casi todas las tardes (a eso de las 7 y 30, 8) comienza a llover de forma torrencial, parece que se vaya a acabar el mundo. Me alegro de tener horario matutino en mi facultad.

Mañana miércoles debuto con el Atlético Colmillos, el equipo con el que jugaré el campeonato interfacultario de la UNAM. Llevamos una playera muy bien trabajada y los de mi equipo ya cuentan conmigo en el 11 titular por ser español (deben imaginar que soy el nuevo Iniesta).

martes, 16 de agosto de 2011

15/08/2011 TEOTIHUACAN


Hoy es lunes, y como ya dije en la primera entrada de este blog, es un día difícil… pero esta vez es un día difícil por haber estado todo el fin de semana sin parar de empaparnos (nunca mejor dicho, pues no paró de llover) de la cultura mexicana.

El fin de semana empezaba pronto: a las seis de la tarde quedábamos en la estación de metro Copilco un grupo de españoles (de Pamplona, Madrid, Valencia) y una chilena que nos hemos apapachado (palabra típica de aquí). Nuestro destino era una fiesta privada. Allí eran todos alumnos de la UNAM, había seguridad y muy buen ambiente. A la entrada te daban una pulserita rosa por 30 pesos (1,80 euros), y dentro la chela (1 litro de cerveza) valía 40 pesos (2,40 euros). Lo pasamos en grande, los mexicanos son simpáticos, cercanos y bailan salsa constantemente, por lo que debemos aprender pronto si queremos seguir saliendo de fiesta. A las 02:00 apagaron la música y encendieron las luces, era hora de agarrar un taxi y volver a casa. En México tienen costumbre de terminar la fiesta a esta hora, cuando en España aún no habría empezado.
El sábado estuvimos descansando hasta la hora de la comer. Fui al Walmart (un centro comercial ─tipo carrefour─ que abre todos los días hasta las 23:00 horas) y a la lavandería (también dentro de este espacio). Por 32 pesos (1,92 euros) te lavan hasta 5 kgs. de ropa (una lavadora). Secarla vale 10 pesos cinco minutos, pero yo siempre la llevo hasta la azotea de mi departamento, pues con tantas revoluciones sale casi seca. Por la noche tomamos un pesero en Copilco hasta Coyoacán (la Delegación a la que pertenece la UNAM). Es como el centro de la provincia, alrededor de la catedral hay multitud de restaurantes, bares y antros (especie de discotecas o pubs). Cenamos en un lugar típico mexicano: nachos con guacamole, queso fresco y otras muchas salsas que desconocía pero que recordaré siempre por su picor; quesadilla de chistorra y tacos de bistec con tocino (lo más parecido al jamón serrano que se encuentra por acá). Regresamos al departamento andando, pues Coyoacán está muy cerca de Copilco y las calles son muy tranquilas. Unos enormes árboles (que rompen las aceras con sus raíces) se ensalzan a cada lado de la calzada.

A las 10:00 horas del domingo agarrábamos un autobús con destino a Teotihuacan: una antigua ciudad, que no pertenece a los mayas, aunque mucha gente (entre ellos yo) lo creyera. El tráfico, a pesar de ser festivo, seguía siendo horroroso, estuvimos más de media hora yendo a no más de 20 km/h. Tardamos hora y media, pero valía la pena. El autobús nos dejó enfrente de la mal llamada pirámide del Sol. La entrada este día es gratuita para mexicanos, y para estudiantes siempre que presentes la credencial, o en nuestro caso la carta de aceptación (pues la credencial aún no la tenemos). Contratamos un guía acreditado (Roberto se llamaba) por 360 pesos (21,60 euros). Nos pedía 500, pero conseguimos regatearle a ese precio. No obstante, como nos explicó todo tan bien, al final le pagamos 450 pesos (50 por cada uno de los nueve que íbamos). La ciudad de Teotihuacan data del año 300 a. C. al 750 d. C. La civilización que habitaba aquella joya arquitectónica era llamada teotihuacana, y no mayas ni aztecas, como comúnmente se piensa. Tristemente, estos genios tuvieron que abandonar este territorio por la sobrexplotación de los recursos naturales: llegó un momento en que el agua, la comida y las infraestructuras no eran suficientes para tan gran número de habitantes. Un ingente número de zonas todavía están enterradas. Solo hay al descubierto dos bases piramidales (la mal llamada del Sol y de la Luna) y una larguísima calzada (también mal llamada de los muertos). Un (también mal llamado) arqueólogo de nombre Leopoldo Batres fue el encargado en 1910 (con el centenario de la Revolución mexicana siendo gobernante Porfirio Díaz) de sacar a la luz la ciudad cubierta por vegetación y tierra. Este no tuvo otra idea para agilizar el proceso que dinamitar todo lo que encontraba a su paso, por lo que destruyó gran parte de las bases piramidales, y no pirámides, pues no terminan en punta, como las de Egipto, sino que se encumbran con un templo a los dioses del agua y la lluvia. Los teotihuacanos rendían especial culto a los dioses de todo lo relacionado con la naturaleza: fauna, flora y fenómenos atmosféricos. Una de las cosas que más me llamó la atención de esta visita fue el eco que surgía en forma de graznido al aplaudir o hacer un fuerte sonido frente a la base piramidal. El guía nos enseñó que esto se debía a un meticuloso estudio arquitectónico y sonoro que tenía como objetivo facilitar las llamadas de los gobernantes al resto de la población. Después de subir las dos enormes bases piramidales, con sus correspondientes inclinados y altos escalones, fuimos a comer a una cantina, aprovechando que empezaba a llover a cántaros.

Les dejo una foto de tal hermosura (ahora que ya estoy empezando a familiarizarme con el blog).

13/08/2011 LOCURA EN MÉXICO DF

Siento la tardanza en retomar el blog, pero este país es de locos. Llevo diez días en la capital de México y por primera vez tengo tiempo para escribir algo.

Al llegar al Aeropuerto Internacional Bénito Juárez de México DF el día 4 de agosto a las 06:00 horas mexicana, después de haber salido de Madrid a las 06:40 del día 3 (más de 30 horas de viaje si contamos con las 7 horas de menos que hay en México), nos esperaba un amigo que conocimos por vía internet antes de salir de España. Este se portó de maravilla. Nos trasladó del aeropuerto al hotel en su coche. La distancia entre ambos puntos no superaría los 10 km., sin embargo, el denso tráfico que nos daba la bienvenida hizo que tardáramos casi una hora. Es horroroso circular en coche por las calles de Distrito Federal. Es tal la cantidad de autos, taxis, camiones (que es a lo que en España llaman autobús), peseros (que son una especie de furgón que hace algunas veces de taxi) y un sinfín de vehículos que los chilangos (dícese de todo aquel que vive o está en México DF) utilizan para desplazarse, que tardas horas en llegar a tu destino. Eso siempre que no sea hora punta (07:00 y 17:00), pues sencillamente no llegas.
Mientras veía amanecer en aquellas primeras horas en México, pude ya sentir el aroma cercano, intercultural y alegre de cada uno de los recovecos de la ciudad. Desde el primer momento me cercioré de la división social de su población; por un lado estaban los edificios más señoriales: la clase alta; y por otro las calles mal asfaltadas, el paupérrimo alumbrado y el deficiente sistema de alcantarillado: la clase más baja. Es decir, la clase media no existía en este país; y si alguien de tal condición llegaba, enseguida adoptaba una de ambas escalas, normalmente la segunda.
El vuelo de Los Ángeles a México fue el peor. Una tormenta eléctrica nos acompañó todo el tiempo. Las luces del avión estaban apagadas, pues era de madrugada y los pasajeros hacían lo posible por descansar; sin embargo, cada pocos segundos un flash endiablado iluminaba el pasillo central de la aeronave. Además, los constantes truenos hacían tambalearlo todo. Por mi parte, hubo algunos momentos de nerviosismo pues no estoy acostumbrado a viajar en avión y mucho menos en tales condiciones; no obstante, ver que el resto de tripulantes dormitaba como si nada me tranquilazaba.
Como estuvo lloviendo toda la noche (era época de lluvias por la zona), al atravesar las enormes cuadras (manzanas) vimos todo mojado. Me llamó la atención la cantidad de vendedores ambulantes de los semáforos; en cada uno de ellos, incluso en los que estaban en verde, los más desfavorecidos vendían tabaco, pañuelos de papel, plumas (bolígrafos), periódicos, manzanas… e incluso una mujer daba el pecho a su recién nacido mientras hacía malabares. La pobreza inundaba todas las esquinas: limpiabotas, mendigos, puestos de tacos (torta de maíz con carne), etc. Viendo todo aquello, cuando llegamos al Hotel Roosevelt (en Avenida Insurgentes una de las más largas e importantes) ya teníamos una idea de lo que nos esperaba en aquellos 4 meses y medio.
Afortunadamente solo estuvimos tres noches en aquel hotel, y no digo afortunadamente porque estuviéramos mal, sino que valía 600 pesos la noche (36 euros), y estando en México era un poco caro. Después de pasar tres días buscando un departamento (piso) que rentar (alquilar) como ven, México y España parece que no hablen el mismo idioma conseguí una recámara (habitación) en Avenida Universidad, en la colonia Copilco, a 15 minutos caminando de la UNAM. Como veníamos muchos españoles juntos, intentamos buscar algo para todos, pero después de ver que todo eran habitaciones individuales (fruto de la cercana fecha del inicio de las clases), decidimos separarnos en departamentos distintos, lo más cerca posible. Antes de entrar en el departamento hicimos noche en el Hostal Cenote Azul (170 pesos la noche algo más de diez euros) con otros españoles (de Pamplona), holandeses y mexicanos. Es un sitio muy agradable y acogedor, está al ladito de la UNAM y cuenta (entre semana) con servicio de bar.
A la mañana siguiente empezaban las clases, y felizmente ya tenía departamento. Me he apuntado a Francés por 2 pesos (12 céntimos). Voy de lunes a viernes de 11:30 a 13:00 en el CELE (Centro de Enseñanza de Lenguas Extranjeras) con 29 alumnos más. Las clases son muy amenas y estoy aprendiendo la difícil pronunciación de este idioma. También me he inscrito a un curso gratuito del nivel básico de inglés; son dos horas al día (de 14:00 a 16:00) de lunes a viernes.

jueves, 11 de agosto de 2011

03/08/2011 WASHINGTON 12:00


Esta vez sí, no hubo “flights cancelled”. Ya estamos llegando a Washington.

A las 06:40 (hora española) salía nuestro avión de la compañía Brussels Airlines. Dos horas antes facturamos la maleta (¡qué descanso de bulto!), y hasta México no volvemos a cogerlas (mejor diré agarrarlas por el significado obsceno de este verbo en los países a los que nos acercamos). Lo más costoso fue el control: relojes, móviles, pulseras, cinturones… depositados en una bandeja; muchas veces te exigen que te descalces; el portátil debe ir sin funda en una bandeja individual; y puedes levar hasta 100 ml. de líquido en una bolsa hermética.
El viaje de Madrid a Bruselas se me hizo muy ameno, aunque el avión era pequeño e incómodo. No nos sacaron nada de desayunar (¡ya no sé en qué momento del día nos encontramos¡), por lo que al llegar al aeropuerto de la capital belga compré un zumo de 33 cl por 3,90 € (toda una ganga). Aquí tuvimos que pasar de nuevo el control de seguridad, por lo que nos vino el tiempo justo para conseguir (tras mucho platicar en inglés) que nos pegaran la pegatina en el pasaporte para poder entrar en los Estados Unidos. Es obligatorio adquirir mediante internet el ESTA (Electronic System for Travell Authorization), el costo es de 14 $ dólares y tiene una duración de 2 años. En el mostrador de embarque nos tuvieron más de quince minutos haciéndonos preguntas del tipo: ¿atentarías contra EE.UU.?, ¿por qué viajas a México por EE.UU.?, etc. Respondiendo a todo con calma y sinceridad no hay problemas, eso sí debes saber algo de inglés porque apenas hablan castellano. Por suerte mi compañera entendía todo a la perfección y me sacó de ese embrollo.

De Bruselas a Washington el avión era mucho más grande y cómodo, además nos traían bebidas constantemente. La comida no estaba mal: pollo en salsa barbacoa, patatas bravas y coles de bruselas (seguramente por influencia de nuestro origen). El pan, aún un poco congelado, y el postre (tarta de queso) completaban el menú. Ahora mismo estamos a 1000 millas de Washington D.C., hace -50 ºc en el exterior y volamos a 850 km/h. Toda esta información y muchos más detalles inimaginables la muestra el monitor situado en el respaldo del asiento delantero de cada pasajero. Además de este mapa, tienes la posibilidad de ver siete películas, por lo que el viaje, sinceramente, es muy agradable.

sábado, 6 de agosto de 2011

03/08/2011 FLIGHT CANCELLED DUE TO WEATHER CONDITIONS IN WASHINGTON

Esto es lo que nos encontramos en la pantalla de lo que iba a ser nuestro mostrador de facturación.

Para llegar a México hacíamos trasbordo en Washington y Houston, por lo que al cancelarse este primer vuelo, perdíamos todas las conexiones. A nuestro viaje le correspondían los mostradores 345 a 350; sin embargo, solo había operadores en los cuatro primeros y dos de estos eran destinados a clase business y primera clase, por lo que dos mostradores (con sus corrsepondientes demoras y problemas informáticos) debían facilitar nuevos vuelos a centenares de personas haciendo cola; les recomiendo que no intenten ver detrás del mostrador, esas máquinas podrían hacerle creer que se encuentra en el siglo pasado. A las 09:00 horas (llevábamos desde las 07:30 allí) podíamos llamar a un número de teléfono (gratuito, eso sí) de la compañía United Airlines para ir agilizando nuestro cambio de vuelo (siempre contando con el destino final y dejando a un lado las escalas). Algo que me sorprendió fue lo poco que nos pidieron en este mostrador (no sé si esto es así normalmente, o se debía al desastre del vuelo); simplemente presentando el pasaporte localizaron nuestro vuelo, y tras 5-10 minutos teníamos vuelo (con sus correspondientes escalas): salíamos a las 06:40 del día siguiente (pues para ese mismo día, fruto de las fechas impetuosas en las que nos encontrábamos, era imposible encontrar algo) y pasábamos por Bruselas, Washington y Los Ángeles antes de llegar a nuestro destino final. Más de 30 horas de viaje. Con los billetes en la mano, puestas las reclamaciones oportunas y recogidos todos los justificantes de cancelación (que luego el seguro puede exigirte), tomamos un autobús gratuito que esperaba en la puerta de la terminal 1 para llevarnos al Hotel Auditorium * * * * s. No tuvimos que pagar nada: comimos, cenamos y dormimos muy bien; pero  a las 01:30 horas nos pusimos en pie, ya que el últimos autobús que iba al aeropuerto era ese. Así que ahora son las 03:00 y ya queda menos para que abran los mostradores de facturación. Hay mucha gente en el aeropuerto durmiendo en el suelo, y pienso que algunos todavía no saben dónde volarán, quizá esperen una de esas famosas ofertas de última hora.

Entended las horas que son y la justificada pesadez en la escritura y entiendo que posterior lectura.

01/08/2011 CON RUMBO A MÉXICO

Es lunes, y como la mayoría de los lunes, es… lo dejaremos en un día difícil. A lo largo de toda la semana, y sobre todo los últimos días de esta, me he ido despidiendo (con lo poco que me gustan las despedidas) de mis amigos, de mi familia y de mi novia, que está a medio camino de ambas: no la considero una amiga, pero tampoco un familiar. Voy en un ALVIA a 210 km/h con dirección a Madrid-Atocha. El tren es muy cómodo, hace fresquito y, aunque todavía no ha pasado “la chica de los auriculares” (quizá esta vez sea chico), la película es bastante entretenida.
Llegaré a la capital sobre las 19:20 horas, descansaré en un hotel cercano al aeropuerto de Barajas (Tryp-Diana) y mañana temprano (07:30 horas) veré por fin a mi compañera de viaje, la cual conocí gracias a facebook y el grupo “Españoles por el mundo en México DF”. Espero no sobrepasar los 20 kg. de peso de mi maleta y los 10 kg. de mi equipaje de mano que la compañía con la que vuelo (United Airlines) permite; en la primera he metido un par de vaqueros, media docena de camisetas de manga corta y un par de camisas. Con unas zapatillas de recambio, la bolsa de aseo y media farmacia (por cortesía de mi madre) he dejado hueco para traer regalos, aunque no peso, pues ya alcanzaba los 19 kg. En la segunda va el portátil, una muda limpia (pues tengo claro que perderán mi maleta primera) y los documentos (DNI, pasaporte, factura de vuelo de www.rumbo.es, etc.). Las medidas que mi compañía exige para el equipaje de cabina son 55x40x20 cm, y el peso no más de 10 kg.

Con tantos pesos y medidas me ha entrado sueño. Voy a descansar aprovechando que pasamos por Cuenca.