lunes, 24 de octubre de 2011

24/10/2011 TORRE LATINOAMERICANA

No siempre se cumple lo que uno planea. Esta semana fue tranquila, ya que el viernes tengo un examen de Filología Hispánica I, la asignatura más importante de las que curso aquí. Sin embargo, pasar una tarde por el centro de Distrito Federal, reunirme con los compañeros de salsa o con mis amigos catalanes, me abstrajo por momentos de asimilaciones, refonologizaciones y metátesis.

Conferencia "Premio Nobel de Economía 2011"


El martes a las 12:00 horas, aprovechando que se había suspendido la clase de francés de ese día, me acerqué al auditorio Narciso Bassols, pues Carlos López Morales, Javier Galán Figueroa y Hugo Contreras Sosa, moderados por el director de la Facultad de Economía, Dr. Leonardo Lomelí Vanegas, hablarían del “Premio Nobel de Economía 2011”. Aunque, no entendí “el teorema de la tela de araña” y las fórmulas que netamente explicaban, me gustó ir para poder contarle a mi hermano, que estudió todo esto, lo que allí dijeron. Algo que sí que me quedó claro fue la causa que, según ellos, había llevado a Europa a la crisis global: la falta de decisiones financieras conjuntas tratando una misma moneda.

La clase de salsa fue un no parar, cada vez aprendemos más pasos, y aunque los nombres (“Deja que Roberto te lleve a nadar” por ejemplo) se me olvidan con facilidad, nos reímos muchísimo. Además, cada vez somos más; ya triplicamos los doce o trece que asistimos por primera vez al Auditorio Che Guevara. Después de bailar, fui con una compañera a dos de las librerías más importantes de México: Ghandi y Fondo de Cultura; ambas están repartidas por todo el distrito, y casualmente hay encuentran en la Avenida Miguel Ángel de Quevedo, muy cerca de mi departamento. Aquí hay libros de todo tipo (novelas, cómics, guías de viaje, poesía, teatro…) y puedes tomar algo mientras los hojeas.

Barrio chino
El miércoles después de clase fui con una amiga al centro. Pasamos por el Barrio Chino, lugar en el que no es aconsejable estar tras atardecer, para llegar a la Plaza de la Electrónica. Un sinfín de pasillos de no más de 2 metros de ancho se entrecruzaba zigzagueando por más de 4 cuadras, las infinitas luces te guiaban en tu búsqueda, pues vendían móviles, cámaras de fotos, computadoras, radios, televisiones, ipods, accesorios para autos… Una vez que mi compañera dejó su cámara en una de estas estrechas ventanillas para que arreglaran la lente por 400 pesos (24 euros), nos acercamos a la Torre Latinoamericana.

Eran las 18:00, por lo que el sol ya estaba cerca de ocultarse tras los volcanes que rodean esta vorágine defectuosa. Pagamos los 60 pesos (3,60 euros) que nos pedían para subir al piso 42 de aquel longevo edificio, durante mucho tiempo el más alto de Latinoamérica. Sin duda, valió la pena. Aunque no pudimos llegar a la azotea, pues estaba cerrada por mantenimiento, las vistas desde el mirador eran sobrecogedoras. Ver todo el DF desde esa altura, sin atisbar los límites de esta enorme metrópoli, te hace ver lo diminuto que eres.

Palacio de Bellas Artes desde
la torre Latinoamericana, justo
antes de que comenzara un
concierto en la misma puerta
Como nos pusieron una pulsera amarilla, podíamos subir a la torre todas las veces que quisiéramos durante ese día; así que, una vez que vimos la exposición de murciélagos del piso 38, y nos preguntamos el porqué de eso ahí, bajamos para ojear la feria del libro del zócalo. Pasamos por la Churrería del Moro una de las más antiguas de México, pero fuimos fuertes y continuamos nuestro camino; no sin antes entrar en Mumedi, un café-museo de artes plásticas y visuales, lleno de originales camisetas, posters y accesorios (con precios europeos). Caminar por México es difícil, son tantas las cosas que te llaman la atención ─además de los imprevistos con los que te encuentras─ que se demoran tus paseos, de ahí que haya olvidado el significado de “puntualidad”.

Apenas dimos una rápida vuelta por el foro de Adolfo Sánchez Vázquez de la Feria del Libro, compramos unas gorditas de La Villa por 10 pesos (60 céntimos), y nos dirigimos al Exconvento Teresa. Eran las 20:00 y estaba comenzando un concierto del cuarteto Latinoamericano. La impecable acústica de esta antigua iglesia nos hizo disfrutar del chelo y el resto de instrumentos de cuerda. Además de la música, una exposición de vanguardia visual presentaba la velada. Resultaba muy chistoso ver una mesa llena de botellas de Coca Cola vacías junto a un puerco pintado en la pared del exconvento. El mestizaje es brutal en todos los sentidos.

Vistas desde el piso 42

Antes de regresar a casa, decidimos subir de nuevo a la torre para ver la ciudad de noche. No parecía la misma que habíamos vislumbrado hacía ya 3 horas. El zócalo, con su prominente bandera, el Palacio de Bellas Artes, el Palacio Nacional y el Xipe Totec, un edificio que estaba iluminado como una tela de araña roja, te ensimismaban.
En blanco y negro, un mar de luces

El jueves, en la clase de Literatura Española Medieval, una parte de la clase expuso el Libro de Apolonio. Me llamó la atención ver a gente disfrazada, con cartulinas que representaban de forma muy original a los personajes de esta temprana literatura, e incluso tocando el violín. Estos mexicanos se dejan la piel en cualquier cosa, por mucha flojera que te dé; intentan cualquier cosa por hacer las cosas bien. Esta semana, el resto de compañeros y yo, expondremos el Libro de Alexandre. Esperemos estar a la altura.

A las 17:00 fui con mi compañero geógrafo a la Sala de Videoconferencias de la Facultad de Filosofía y Letras, junto al busto de Sócrates. Allí, Ernesto Priego dio una charla sobre Blogs. Durante más de dos horas estuvo platicando sobre los avances que posibilita esta herramienta en el aprendizaje y en el hecho de compartir información, que es para lo que sirve internet. Una de las ventajas que mencionó se me quedó grabada, pues al posibilitar esta plataforma presentar artículos y lecturas que los miles de estudiantes de la UNAM fotocopian ilegalmente (como muchas de las cosas que, tristemente, se hacen en esta República), se respetaría mucho más el canon y el copyright, además de salvar la vida de miles de árboles.

Por la tarde, en la clase de inglés debatimos sobre el significado de “what is he like?”, pues algunos mexicanos lo traducen mediante la asidua fórmula “¿cómo se ve?”, con el sentido de “¿cómo es?” (físicamente). El español y el castellano no son lo mismo, y, aunque un mexicano pueda entender perfectamente un libro editado en España y viceversa, las diferencias a veces se prestan a confusión. Por ejemplo, la primera semana que estuve en México una amiga me dijo “te ves fatal”; yo asentí, ya que es cierto que sin lentes no veo muy bien. Más tarde entendí que lo que ella quería decirme era que tenía mal aspecto, sin embargo, el continuo uso del reflexivo con el verbo “ver” todavía hace que me cueste entender algunas cosas.

Tras esta enriquecedora plática, fuimos a casa de un compañero de la facultad, en la Villa Panamericana (un condominio en el que cada anaranjado edificio de ocho plantas muestra en la fachada el nombre de un país de Latinoamerica). Allí estaban algunos de mis cuates del Atlético Colmillos y fue el preludio perfecto para lo que nos esperaba: la fiesta de los “pinches catalanes” (como ellos mismos denominaron en el evento de facebook al que nos invitaron), también en Avenida Universidad (donde yo vivo). Dejamos para otro momento la cena con los compañeros de inglés, pues muchos estaban fuera y no habían podido ir ese día al salón (aula), al igual que el día anterior se pospuso la cena con mis compañeros de departamento, pues mi compatriota recibió la visita de su familia. En esta lujosa mansión bailamos música muy distinta a la que solemos escuchar en México, era una fiesta peninsular, y se notaba. No muy tarde me fui a casa, el domingo debía estudiar.

Teveunam, el canal de televisión (411) de la Universidad Nacional Autónoma de México, estrenó el martes 18 una serie muy interesante sobre la cultura mexicana: El Pueblo Mexicano. Martes y jueves de 22:00 a 22:30 horas pasarán uno de los trece capítulos que recorren la historia de estas riquísimas tierras, explicarán el mestizaje ─no solo de españoles, indios y africanos, sino también de asiáticos, árabes, judíos… pues todas las razas y culturas se fundieron en una interesante simbiosis─, las costumbres, la geografía y la vida mexicana. Esta cadena se está convirtiendo en una de las más vistas en mi departamento, pues constantemente proyecta documentales sobre Charles Chaplin o Woody Allen (dos de mis preferidos), reportajes (sobre Gabriel García Márquez) y entrevistas (como a Miguel León Portilla).


Nos enviaron desde la Dirección General de Cooperación e Internacionalización, de la Oficina de Fomento a la Internacionalización de la UNAM (donde todavía no nos han dado la credencial), un correo para asistir mañana martes a las 13:00 a una reunión para los de intercambio (con tenis ─zapatillas de deporte─ lentes oscuras ─gafas de sol─ y bloqueador ─entiendo que será protector solar─, según se explicita). El miércoles, de nuevo, es la “noche de los museos”, por lo que quizá me acerque a ver la exposición (http://www.cultura.unam.mx/index.html?tp=articulo&id=3038&ac=mostrar&Itemid=103&ct=0&titulo=hipernoche-con-ron-mueck&espCult=antiguo-colegio-de-san-idelfonso) de Ron Mueck. Otra opción, la más plausible, es visitar la ofrenda de muertos y la exposición de alebrijes (especie de bichos gigantescos de papel y cartón que se presentaron este fin de semana en un tradicional desfile): http://www.elfinanciero.com.mx/index.php/cultura/46518.

De momento, vuelvo a las páginas del Manual de Gramática histórica, esperando que el viernes a las 22:00 parta en el autobús con destino a Patzcuaro, a vivir la tradicional noche de muertos mexicana.

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