lunes, 1 de abril de 2019

Mujeres eléctricas


Una de las mesas del VIII Congreso Internacional Mujeres,
Literatura, Arte: con Beatriz del Carmen Ramírez, Vania Téllez,
Zyanya Aguirre, Perla Paola Reyes o Guadalupe Huerta
#MeTooEscritoresMexicanos ha ido recogiendo las denuncias anónimas contra el abuso y el acoso sexual a mujeres en lo que debería de ser un ámbito literario. Nos examinamos de Semiótica con Huidobro y Ana María Shua, perfilando el capítulo de tesis que ya se entrega este mes, arranca el VIII Congreso Internacional Mujeres, Literatura y Arte en la BUAP y presentamos El pentagrama eléctrico, mientras viene gente de México que conozco desde 2011. Va por ellas.

            Hace ocho años, cuando vine por primera vez a México, coincidí con María y Aixa, entre demás compis de España en la UNAM. En estos momentos volvemos a vivir en el país donde terminamos la carrera universitaria e imaginamos un futuro. Pienso en las dificultades que han sufrido ellas mientras leo la lista de comentarios que sacan a la luz delitos que no dejan de crecer. Me entero por Esther M. García y su actividad en Twitter. Enseguida el medio literario y académico va generando un movimiento que va del periodismo a estudiantes e instituciones. Sin duda el anonimato es un problema, pienso: pueden estar cayendo en el mismo saco criminales y sinvergüenzas, víctimas y victimizadas… O eso dicen. El anonimato evita que quien comete el delito sepa quién está denunciando, imagino, a no ser que recuerde qué ocurrió, a no ser que lo haya hecho tantas veces que un mismo testimonio sirva para muchas personas. Me parece necesario decirlo. Ahora bien, ¿de qué manera? Algo así, fruto de todas las informaciones que se mezclan en las redes, puede tener que ver con AMLO y las disculpas de la anacrónica figura del Estado español. Aunque la clave está en hablar, lo dejaremos aquí (a mi familia ya le preocupan el país, el Popo…).
Tercer informe de labores de la FFyL
            Con el Canto VII de Altazor Vicente Huidobro rompe el lenguaje. Lo escuchamos el lunes a las 8, de buena mañana. Es la primera pregunta del examen. Solo falta una persona. Llega tarde, pero podría contestar sin haberlo oído, conjeturo. Un cuento de Ana María Shua reescribe a Monterroso, última palabra del texto que tiene que analizarse más allá del tema, en su estructura. Cada estudiante ofrece una mirada distinta, válida. Son frutos que recoge el Tercer informe de labores del Director de la Facultad de Filosofía y Letras, Ángel Xolocotzi Yáñez, ante el cariño y el "buentrato" (¿por qué esta palabra no viene en el diccionario?) del equipo docente.
            La BUAP reúne a más de noventa ponentes para hablar de Mujeres, Literatura y Arte con Alma Corona, Alicia Ramírez, Beatriz Meyer y múltiples propuestas que van de un estudio que profundiza en el símbolo que ya es la China Poblana, de Mariana Navarro y su poesía visual o la misoginia en la literatura (¿alguien ha oído hablar de misandria?). Las comunicaciones se ajustan al tiempo, generan líneas de debate e investigaciones que pueden publicarse, por ejemplo, en la revista Amoxcalli.

El Popo, desde Puebla

Con la Alma Corona, Beatriz Huerta y
Fernando Turrent
            Con pena (que no vergüenza) me pierdo parte del Congreso, pero es para disfrutar de la presentación de El pentagrama eléctrico (1925): poemario del estridentista Salvador Gallardo Dávalos que acaba de reeditar Malpaís para el Archivo Negro de la Poesía Mexicana con un ejemplo de estudio introductorio que hace el también poeta Daniel Téllez; quien se arranca con el poema “Cabaret”, junto al nieto, Salvador Gallardo Cabrera (y no Becerra, como confundo, creo, por hablar en ese momento con mi carnalita María, de Guanajuato, a propósito de su tesis sobre Ibargüengoitia, dirigida por el profesor Eduardo Becerra). Ahí está una vez más el infatigable Iván Cruz, de quien tanto se aprende. Gracias a Alberto Rodríguez y el Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia, este es el video.

Con Daniel Téllez, Salvador Gallardo Cabrera e Iván Cruz

Museo Amparo (Yves Klein, Pigmento puro)

Cholula
            En 2011 conocí a personas que ya me hicieron amar México. Me reencuentro con Adri, una amiga abogada en la BUAP, donde ahora estudia otra carrera. Lo hace a distancia, aunque tiene que ir a entregar unos papeles. Ya veremos la próxima semana las similitudes entre la burocracia y el ocio. Qué rico está el famoso pozole del restaurante Mi viejo pueblito, en un balconcillo frente al Zócalo. Al día siguiente visita Puebla Kenny, una bióloga que se dedica a las tortugas y va a cursar su doctorado en Mérida. Como hicieron conmigo en cuanto llegué, le enseño la maravilla que es el Museo Internacional del Barroco (pese al vacío de las exposiciones temporales), todo lo que dicen las fotografías de Rodrigo Moya en el Museo Amparo (así como la exposición de México antiguo que compara los hitos del país con otros continentes y, entendemos entonces que, pese a las aparentes similitudes, las bases piramidales mayas y las pirámides de Egipto no tuvieron nada que ver), el cálido y luminoso olor de la Biblioteca Palafoxiana (mal anunciada para decenas de visitantes de la zona que no saben de su existencia), el Complejo Cultural de la BUAP (donde proyectan con entrada libre y semivacía de nuevo el documental sobre el peyote de la comunidad de San Luis Potosí, Tecolote, así se titula).



Kenny me capta en Milli
El Popocatépetl, ya en Amarillo Fase 3, está tranquilo durante el domingo. Me bajo una aplicación sobre erupciones y sismos que casualmente este día de la semana está inactiva. La naturaleza también descansa. Apenas se la fumarola ve por la polución desde la iglesia de Cholula. Cruzamos los laberintos de la base más grande de una pirámide y tomamos sopa de flor de maguey, chalupas, tlacoyos, picaditas, quesadillas, agua de maíz, pulque y nota del trabajo de un espacio único: por la noche es un bar, El Diablito, y cada mañana, hasta las 8 de la tarde, se transforma en el restaurante Milli. Cocina de maíces. Comer debería de ser un derecho. También la luz. Y el agua. 

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