Tras diez días
en México solo puedo decir gracias.
Reforma desde el Castillo Chapultepec |
Mis padres se acaban de ir. Deben de
estar volando mientras yo recuerdo cada momento de felicidad que me han
regalado viniendo aquí. La tristeza de la despedida en el aeropuerto es
minúscula si la comparamos con la alegría que sentí al recorrer, junto a ellos,
las calles de la antigua Tenochtitlan, la que siento ahora al recrear cada
mueca y cada tropiezo.
Pese a los imprevistos que una
ciudad como esta impone, hemos podido disfrutar de las costumbres defectuosas.
Visitamos la Basílica de Guadalupe el día 12 y nos metimos en Chapultepec y su
castillo el 13 de septiembre. Comimos chiles en nogada, tacos al pastor,
enchiladas, sopa azteca, tortillas azules…; bebimos tequila, pulque, cervezas
Victoria, Bohemia obscura, León… Y lo más importante: nos mojamos. Formamos
parte de ese gran engranaje urbano que huele, roza, escucha, gusta y ve al
género humano y sus colindantes.
Volamos el 5 de septiembre desde
Madrid con KLM (nuevamente a través de Rumbo). Hicimos escala en Amsterdam y en no más de quince
horas nos plantamos en la antigua laguna. Ernesto, profe y amigo a la par, nos
recogió del aeropuerto. Mil gracias, carnal.
Casa donde Octavio Paz editó la revista Vuelta |
En cuanto al hospedaje, elegimos un
apartamento a través de Best Mexico Apartments. Así pudimos desayunar y ocupar una zona escasa de
hoteles como es Coyoacán, en nuestra opinión la mejor delegación para tomar
aire fresco después del centrifugado capitalino. Las calles adoquinadas y
flanqueadas por árboles centenarios que levantan las aceras envuelven la zona
más antigua de la ciudad. Cada rincón significa algo: una leyenda, una historia
o una anécdota. La casa que ocupamos perteneció a Jorge Ibargüengoitia, lo que
sin duda atraería una vez más a la madrileña que estuvo aquí en 2011 y que hoy,
día del grito, cumple años. Los caseros, Carlos y Amanda, nos cuidaron con un
cariño desmedido, resolviendo los atisbos de la maldición de Moctezuma que
asomaba en nuestros estómagos.
Durante estos días (o quizá
deberíamos hablar de jornadas por su intensidad), mi padre y yo caminábamos
desde temprano por Francisco Sosa, cruzábamos el Jardín Centenario, el mercado
y comprábamos panes y dulces para el desayuno. Si esto no era así, recurríamos
al restaurante Moheli, junto a una churrería que requiere, aún hoy, «trabajador
honesto y responsable».
El primer día era domingo, fuimos al
Zócalo. Salimos a la inmensa bocacalle que da a la torcida catedral después de
que en el metro una niña le cediera el asiento a mi madre. Escenas como estas
solo las imaginaba. Ahora también las recuerdo. El Templo mayor estaba
colapsado. No entendíamos por qué no dejan entrar con líquidos, alimentos o
dulces (ni por qué estos últimos forman una categoría aparte). Ahora sí: sería
inviable visitar los monumentos si a la masificación sumáramos las meriendas y
sus envoltorios. Ya ni modo. Los planes se torcían. Esto es lo que teníamos
previsto:
Días/ Horas
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10
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11
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12
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13
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14
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15
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16
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17
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18
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19
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20
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21
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Sábado 5
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AVE-Madrid
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EMBARQUE
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VUELO
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Descanso
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Domingo 6
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Desayuno
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Coyoacán
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Zócalo
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Templo
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Tacuba
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Alameda
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Chapultepec
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Reforma
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Garibaldi
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Tenampa
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Descanso
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Lunes 7
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CU
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UNAM
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Concha
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Cultural
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Azul/ oro
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Museo
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Espacio
escultórico
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Gabi
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Lechuza
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Descanso
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Martes 8
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Desayuno
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Puebla
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Cholula
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Popo
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Casa 9
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Paseo
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Regreso
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Mnto.
Revolución
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Descanso
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Miércoles 9
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Desayuno
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Tlatelolco
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Comida
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Xochimilco
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Cineteca/
teatro
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Descanso
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Jueves 10
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Desayuno
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Bus
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Teotihuacan
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Comida
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Calzada
de muertos
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Regreso
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Teatro
Sta. Catarina
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Descanso
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Viernes 11
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Desayuno
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Guadalupe
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Feria
Zóc.
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Comida
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Frida
Kahlo
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Trotsky
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Condesa
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Descanso
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Sábado 12
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Coyoacán
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D. Rivera
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Mercado
Copilco
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Comida
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Torre Lat.
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Palacio
Bellas Artes
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Claustro
Sor Juana
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T. Lat.
31
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Descanso
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Domingo 13
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Desayuno
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Museo
Antropológico
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Comida
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Museo
Diego Rivera
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Rotonda
ilustre
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Churubusco
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Descanso
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Lunes 14
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Desayuno
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Comida
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Descanso
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Martes 15
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Desayuno
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Comida
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Descanso
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Y esto lo que
hicimos:
Paseamos por las calles del centro
(si es que algo tan grande lo tiene). Nos guiamos por los gritos de los pesos y
el olor a maíz. Visitamos el Palacio nacional, donde se encuentran algunos
murales de Diego Rivera; así como una exposición temporal de máscaras muy
sugerente. Llegamos a Bellas Artes y repusimos fuerzas en el Danubio,
recomendados por una guía turística. La comida es abundante y rica, las paredes
están llenas de servilletas de comensales que allí han firmado, dibujado y
dedicado sus digestiones. No obstante, el servicio es demasiado agobiante,
sirven los platos a contrarreloj y hace calor. Seguro que hay mejores opciones
que todavía no cuentan con tanta fama.
Comida en Azul y oro: ensalada, buñuelos al mole, cochinita Pibil y sopa azteca |
Ya provistos de la Comercial
mexicana, el lunes lo pasamos en la UNAM. Paseamos por Avenida Universidad,
donde viví y donde vivo, y, cruzando las avenidas suicidas, entramos por
Economía, surcamos las islas (el campus donde los estudiantes respiran),
entramos en Filosofía y Letras y de ahí nos fuimos a Posgrado, al sur. Mis
padres no creían que una universidad fuera tan grande. Ahora sí. Comimos en Azul
y oro, junto al teatro Juan Ruiz de Alarcón y la sala Netzahualcoyotl, en el
Centro cultural universitario. El Museo de arte contemporáneo está cerrado este
primer día de semana, así que fuimos al Jardín botánico. La mancha urbana
requiere de estos verdes.
Comedor de Frida |
No pudimos esperar más y a la mañana
siguiente fuimos caminando a la Casa azul. ¡Vaya con Frida Kahlo! Y con Diego
Rivera, ese sapo empedernido. Una vez vistas las recámaras y la urna donde
descansan las cenizas de la pintora mexicana, en el jardín se emite un video
donde la cantante Lila Downs emociona a cualquiera. Por la tarde nos acercamos
(esta palabra tiene un significado distinto aquí) a la Cineteca. Vimos La Tirisia: una película documentada en
el México rural, en una Comala donde los problemas son difíciles de resolver.
Las escenas largas y los diálogos cortos te invitan a ese espacio fronterizo
donde la vida es escasa.
Escritorio donde fue asesinado Trotsky |
Casa de Diego Rivera |
El miércoles, con la barriga más
rígida, nos sorprendimos, una vez más, con la casa de León Trotsky. Las
explicaciones del guía altruista merecen un poco más de apoyo por parte del
gobierno. Sin dejar a un lado la relación de Trotsky y Kahlo, fuimos a la casa
de Rivera, la Anahuacalli. «No, pues si está aquí al lado» nos dijo el taxista.
Casi media hora después veíamos la fachada y los motivos prehispánicos del
diogenario pintor. Por la tarde, como llovía, agarramos un taxi con más de una
hora de tiempo para ir a Bellas Artes, donde se celebraba el centenario de
Ramón Martínez Ocaranza. Llegamos tarde. El metro es mucho más rápido. Y uno
aún puede disfrutar de las ventas que cada vez menos se ofrecen en los vagones
cada vez más llenos.
Metro de Ciudad de México |
David, el guía de la empresa Aukiani, nos mostró Teotihuacán con una atención
inmejorable y unas explicaciones precisas y amenas. Una excelente persona y un
profesional; es decir, un mexicano. Si desean hacer alguna ruta por el centro o
los alrededores, esta es una muy buena opción.
Perro sobre México, junto a un taller de artesanías en Teotihuacan |
Al día siguiente, Sergio nos llevó a
Cholula y Puebla. Encima de la base piramidal con mayor perímetro del mundo, en
un «pueblito» de millón y medio de personas, nos encontramos con un villenero.
Un abrazo, paisano.
Llegando a Puebla, al fondo el Popo y la mujer dormida |
Una de las imágenes del Memorial del 68, en Tlatelolco |
El sábado llegamos temprano a la
Villa de Guadalupe. La misa congregaba a unos cuarenta mil fieles, según se oía
entre el tumulto, las palmas y la oración. Las peregrinaciones llegaban al
mediodía y nosotros regresábamos al centro, esta vez sí para ver el Templo
mayor. Seguidamente fuimos al claustro de sor Juana, pero estaba cerrado. Los
fines de semana descansan. Así pues, nos dirigimos a Tlatelolco, escuchamos
distintas versiones de lo que ocurrió el 2 de octubre de 1968 y accedimos al
Memorial. ¿Cómo puede ser que, tras casi cincuenta años, todavía no se sepa
exactamente qué ocurrió? Al menos sabemos lo que no ocurrió. Y lo que no
ocurrió debería ocurrir más a menudo; es decir, la vida, la libertad y la
desmilitarización. Ejemplo de retroceso es la plaza Garibaldi, la cual
visitamos antes de subir a la Torre latinoamericana. Los mariachis se marchitan
desde 2011.
Norte de D.F. desde la Torre latinoamericana |
Monumento a los Niños héroes, en Chapultepec |
El segundo domingo, único día que
repetíamos por completo, lo aprovechamos para subir al castillo de Chapultepec.
Vaya colas se forman cuando son gratis las visitas. Comimos por Reforma, cerca
del ángel de la Independencia y nos quedaron solo un par de horas para el Museo
de Antropología: uno de los mejores espacios culturales de la urbe y sus ubres.
Aún tuvimos tiempo de atravesar la lluvia hasta el mercado de artesanías de
Coyoacán y ya de ahí cenar ya por fin (en el tercer intento) en Ecos (un
restaurante muy acogedor pero con un horario temprano), frente al Café
Avellaneda.
Museo de Antropología (esta vez lo torcimos nosotros) |
Al día siguiente, ayer, desperté
triste, era el último. Cómo iba a recordar esta semana y pico (de gallo). Cómo
la recuerdo. Estábamos poéticos, perfectos para escuchar a Eduardo Lizalde en
filos. El recién investido Doctor Honoris Causa se ajustó a las necesidades de
quienes llenábamos la sala. Entramos en el Auditorio Che Guevara (donde cantó
Serrat por primera vez en México), llamamos por última vez a España y comimos
en La Lechuza, en Miguel Ángel de Quevedo, retomando y remontándonos a aquellos
tacos con los que en su día la doctora Company nos obsequió tras una dura
organización de la revista Medievalia.
Las lágrimas empezaron a caer antes
de lo previsto, también los truenos y (suponemos) los rayos. Tláloc. Esa
palabra ya formaba parte de mi familia. Era felicidad que se acaba y que
empieza.
Gracias, entre otras muchas cosas,
por animarme a venir en 2011 y por acompañarme ahora. Gracias a la Universidad
de Alicante por permitirme revivir esa sensación de minusculinidad al cuadrado
que ofrece el DF. Y gracias a la UNAM por acercar lo lejano.
Chavela Vargas en el Tenampa, Garibaldi |
Hoy es el día del grito. Así que:
¡Viva México!
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