sábado, 26 de septiembre de 2015

ru(t)ina

The past is a foreign country.
L. P. Hartley

Los contrastes, el caos, la fuerza, el vértigo y la grandeza de México te hacen sentir los dos extremos de la existencia: la rutina (bendita rutina, cuando las cosas funcionan) y la ruina (la tristeza y la injusticia que se aprecia a cada lado y en cada momento). Empiezan a ser rutina, por desgracia(s) (+43), las marchas y concentraciones por Ayotzinapa: hoy se cumple un año.

            El sábado pasado volví al tianguis de Santo Domingo, en Eje 10 Sur de Copilco. Recordé en cada puesto a mi carnal pamplonica. Con él nos ofrecían queso, tortillas azules, frutas, verduras, carnes, pescados, ropa e incluso, dicen, paella. Esta vez encontré los toldos más bajos y el mercado más largo. Por unos 200 pesos (12 euros) puedes comprar para toda la semana. Mucho mejor que en las cadenas de supermercados estadounidenses. Por la tarde, cuando agarré fuerzas con una buena cecina de la Carnicería la Universal, en Av. Universidad, fui al Monumento a la Revolución. Allí quedé con la primera mexicana que conocí. Hacía cuatro años que no nos vimos y, creo, nos reconocimos enseguida. Su sonrisa nos guió hasta la Biblioteca Vasconcelos.
Biblioteca Vasconcelos
            Cuando mi compañera de piso me preguntó por las bibliotecas de México, le hablé de tres: la Central, la Nacional y la Vasconcelos. Esta última, la más moderna, parece sacada de Harry Potter: tiene como cuatro pisos con estantes que cuelgan al vacío, aunque siempre hay gente que los lee, con vistas a un jardín tras el que sobresale la torre Latinoamericana. En medio, el esqueleto de una ballena conecta ideas y pensamientos.
Monumento a la Revolución reflejado en Reforma
            A las 19:00 fuimos al Teatro Julio Jiménez Rueda. Cartas de amor Stalin, de los españoles Juan Mayorga y Guillermo Heras. A la salida la inquietud que contagiaban los actores nos hizo tomar unos alambres en una fonda argentina donde el América goleaba. Este es el último fin de semana que se representa la obra.
            Al día siguiente, Coyoacán reunía a familias y amigos en una antigua caballeriza del jardín centenario. El patio interior, con las plantas, la fuente y la música, es el mejor espacio para tomar una Negra modelo con buenos amigos, respirar y tomar carrerilla para el inicio de semana. Al día siguiente había quedado con el poeta que llevo estudiando estos años.
            Quedamos para desayunar en San Ángel, cerca de Miguel Ángel de Quevedo. Sorteando los imprevistos que siempre están presentes, estreché la mano que escribe los poemas que me han traído a América. Su simpatía demuestra que es mexicano; sus ojos, que es poeta. Constantemente anotó libros y materiales que necesitaría, además de los que ya me vienen ocupando cada día de investigación.
            Entiendo la rutina como el camino que sigues aun ignorando dónde va a dar. Esa vía se forma sobre otros vestigios del pasado, de 2011 y de antes de la llegada de los españoles. Así es el día a día en el defectuoso: una incógnita que se despeja varias veces y con distintos resultados.
            Del martes me quedo con la charla sobre poesía y prosa que dio David Huerta en la Facultad de Filosofía y Letras, y con el «que te vaya bien» que me dijo un vendedor de agua.
Las hormigas están muy presentes en México
(foto de la publicidad del metro)
            Del miércoles, con el gozo de Las Hormigas, la casa del (seguramente) mejor poeta de México: Ramón López Velarde. Los miércoles suelen organizarse aquí presentaciones de libros, charlas, recitales… Todo regado con buenas cervezas y mejor compañía. Esta vez, el día 23, presentaron el libro Narciso, el masoquista (Cuadrivio, 2015) de «ficciones súbitas», así lo define el autor, Armando Alanís. En una primera hojeada, me llamó la atención el Palíndromo shakesperiano: «Ser res o no ser res» (que encaja con las elecciones catalanas de mañana).
            Al salir hay una mezcalería con promociones diarias. Nosotros probamos los chupetones de mango. Son granizados de mezcal, jugo de la fruta que más me gusta y chile en botes de mermelada. La música también es buena. Sigo opinando que el oído es el sentido que más actividad tiene entre veintintantos millones de voces.
            El jueves bajé de la biblioteca en ascensor. Después de horas leyendo a Quirarte, maldecía la cantidad de libros que ha escrito mientras pensaba en todas las actividades interesantes que hay en DF. Se abrió la puerta y ahí estaba. Tan amable como el lunes, me habló del material que me prestará. ¿Por qué hacer la tesis de un poeta vivo? Quizá porque esto permite compartir contexto, realidades y materiales en gestación que de otra forma solo existiría un acceso parcial, indirecto y final.
            Al día siguiente su ayudante, el maestro Arenas, me proveyó de buen material para abordar la novela corta. Más tarde una doctoranda en poesía mexicana y yo asistimos al «2º Encuentro Internacional de Poesía Contemporánea» que organizó la Universidad Iberoamericana en el Centro Cultural Elena Garro. Ocho poetas (Olvido García Valdés, Miguel Casado, Josu Landa, Rodolfo Mata, Tania Favela, Jessica Díaz, Rosa Durán e Iván Méndez González) pusieron el broche a una jornada de palabras y miradas. El vino de honor con antojitos y unos versos libres nos recordaron, finalmente, que a veces el destino está en Paz.

(De izquierda a derecha) Rodolfo Mata, Tania Favela, Jessica Díaz,
Josu Landa, Miguel Casado, Olvidó García Valdés, Rosa Durán e Iván Méndez González
            Al acabar la semana se multiplican las acciones de protesta por el caso sin resolver de Ayotzinapa (documentales, debates, charlas, carteles, pancartas, gritos, pintadas). Entre los cientos (y no exageramos) de actos al respecto que se organizan estos días en la república, destacamos el del viernes 25 en el instituto de Investigaciones Bibliográficas («Derechos Humanos y Derecho a la Educación: violencia, equidad y justicia»). Al llegar a esta mesa redonda sonaba la canción «Desapariciones» de Rubén Blades que encoje el alma y la calma.
Las ruinas de esta rutina se podrán ver desde el sábado en la exposición del Museo de Memoria y Tolerancia: «¿Por qué no se olvida el 2 de octubre?» o en la Jornada «De Tlatelolco a Ayotzinapa: 47 años de impunidad» del martes 29 de septiembre de 13 a 16 h. en el Auditorio Jus Semper Loquitur de la Facultad de Derecho de la UNAM. Los padres de los normalistas dieron un mitin junto a la Biblioteca central. Todas las facultades y agrupaciones se están movilizando por la vida. Hoy sábado, cuando acaba de morir Hugo Gutiérrez Vega, se cumple un año de la tragedia. Una marcha desde Los Pinos al Zócalo pide por la justicia social. Ojalá no haya más paréntesis que nos oculten, callen o separen.

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